viernes, 20 de septiembre de 2013

PLATERO Y YO, DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ











Platero y yo es una obra del escritor español Juan Ramón Jiménez, publicada en 1914, que recrea poéticamente la vida del asno Platero, su inseparable amigo de niñez y juventud. Se trata de una colección de breves estampas que reflejan las impresiones, sensaciones y recuerdos del autor sobre el paisaje y las gentes de Moguer, el pueblo natal de Jiménez en la provincia de Huelva.

Juan Ramón Jiménez (1881-1958) fue un poeta y prosista que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1956. Su obra se caracteriza por una búsqueda constante de la belleza, la perfección formal y la expresión de sus sentimientos más íntimos. Su trayectoria literaria se puede dividir en tres etapas: una primera etapa modernista, una segunda etapa de depuración y sencillez, y una tercera etapa de introspección y misticismo. Platero y yo pertenece a la segunda etapa, en la que el autor se aleja del artificio y el ornamento para buscar una prosa más natural y transparente.

La obra está escrita en primera persona, desde el punto de vista del narrador, que se identifica con el propio Jiménez. El narrador presenta a Platero como un burro pequeño, peludo y suave, que le acompaña en sus paseos por el campo y el pueblo. Platero es un símbolo de la inocencia, la ternura y la libertad, que contrasta con la dureza, la crueldad y el encierro de la realidad social. El narrador le habla a Platero como si fuera un amigo o un confidente, y le cuenta sus observaciones, sus emociones y sus reflexiones sobre la naturaleza, la vida y la muerte.

Cada capítulo de Platero y yo es una escena independiente, que no sigue un orden cronológico ni temático. Sin embargo, hay una unidad de tono y de estilo que da coherencia al conjunto. El tono es melancólico, nostálgico y lírico, con algunos toques de humor e ironía. El estilo es poético, con un lenguaje sencillo pero cuidado, lleno de metáforas, neologismos, léxico local y recursos sonoros. El autor consigue crear imágenes vívidas y sugerentes, que transmiten su amor por el paisaje andaluz y su sensibilidad ante las cosas pequeñas y humildes.

Platero y yo es una obra que se puede leer tanto por niños como por adultos, ya que tiene varios niveles de lectura e interpretación. Para los niños, puede ser una historia divertida y entrañable sobre un burro y su dueño. Para los adultos, puede ser una obra que invita a la reflexión sobre el sentido de la existencia, la relación entre el hombre y la naturaleza, el contraste entre lo ideal y lo real, o la crítica a los males sociales como la pobreza, la ignorancia o la violencia.

La obra termina con la muerte de Platero por una enfermedad. El narrador le dedica unas palabras llenas de dolor y de esperanza: "Platero, Platero... ¿Qué tienes? ¿Qué te duele? ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!... ¡Platero! ¡Platero! ¡Platero!... No me oyes... ¿Por qué no me oyes?... ¡Platero!... ¡Platero!... ¡Platero!... ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Adiós!...". El narrador deja a Platero enterrado bajo un limonero en flor, como símbolo de su recuerdo inmortal.

Interesante, también, la relación amorosa que tuvo Juan Ramón Jiménez. Os la explico un poco: 

La relación amorosa más importante de Juan Ramón Jiménez fue la que mantuvo con Zenobia Camprubí Aymar, una escritora, traductora y feminista nacida en Estados Unidos, de ascendencia española e india. Se conocieron en 1913, en una conferencia que el poeta dio en Madrid sobre Rubén Darío. Zenobia quedó impresionada por la personalidad y la obra de Juan Ramón, y él se sintió atraído por su inteligencia, su cultura y su belleza.

Zenobia estaba casada con un rico empresario español, Antonio Muriedas Manrique de Lara, pero su matrimonio era infeliz y sin hijos. Juan Ramón le propuso que se divorciara y se casara con él, pero ella se negó por miedo al escándalo social y a perder su fortuna. Sin embargo, iniciaron una relación clandestina que duró tres años, durante los cuales se escribieron cartas apasionadas y se vieron en diferentes ciudades de España y Europa.

En 1916, Zenobia decidió romper con su marido y seguir a Juan Ramón a Nueva York, donde él había sido invitado a dar unas conferencias. Allí se casaron el 2 de marzo de ese año, en una ceremonia civil celebrada en el consulado español. La boda fue un acto de rebeldía y de amor, que supuso un gran sacrificio para Zenobia, que perdió sus derechos económicos y sociales como esposa de Muriedas.

Zenobia se convirtió en la compañera inseparable de Juan Ramón, a quien apoyó en todos los aspectos de su vida y de su obra. Ella se encargaba de las cuestiones prácticas, de la correspondencia, de las traducciones y de las ediciones. Él le dedicaba sus poemas, le consultaba sus opiniones y le confiaba sus secretos. Juntos viajaron por Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico, donde se establecieron en 1939 tras el estallido de la Guerra Civil Española.

Zenobia fue la musa y la cómplice de Juan Ramón, que le dedicó obras como Diario de un poeta recién casado (1917), Eternidades (1918) o Animal de fondo (1949). Ella también escribió sobre él en sus diarios y en sus cartas. Su relación fue una fuente de felicidad y de creatividad para ambos, pero también tuvo momentos difíciles, como la enfermedad mental de Juan Ramón, que sufrió varias crisis depresivas a lo largo de su vida, o la infertilidad de Zenobia, que nunca pudo tener hijos.

Zenobia murió el 28 de octubre de 1956 en San Juan de Puerto Rico, víctima de un cáncer que padecía desde hacía años. Juan Ramón no pudo soportar su pérdida y entró en un estado de profunda tristeza y aislamiento. Dos años después, el 29 de mayo de 1958, falleció también él en la misma ciudad. Ambos fueron enterrados juntos en el cementerio Santa María Magdalena de Pazzis.


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