sábado, 31 de mayo de 2025

RESISTENCIA Y LUCHA CONTRA EL POSMODERNISMO, por ROBERTO VAQUERO

  


RESISTENCIA Y LUCHA CONTRA EL POSMODERNISMO, por ROBERTO VAQUERO



Roberto Vaquero Arribas nació en Madrid el 21 de mayo de 1986. Desde muy joven sintió una fuerte inclinación hacia el estudio de la historia y el análisis político, lo que lo llevó a licenciarse en Geografía e Historia por la UNED, especializándose posteriormente en la Historia Contemporánea de España mediante un máster. Actualmente cursa estudios de doctorado en la Universidad de Valencia. Pero más allá de su formación académica, Vaquero es ante todo un militante. Su trayectoria está profundamente marcada por su actividad política, que comenzó en su adolescencia en movimientos estudiantiles y que desembocó, años después, en la fundación de Reconstrucción Comunista, una organización que evolucionaría hasta convertirse en el Partido Marxista-Leninista (Reconstrucción Comunista), del que ha sido secretario general. Con una visión abiertamente crítica de las derivas de la izquierda institucional, ha abogado siempre por una reconstrucción ideológica firme, anclada en el marxismo-leninismo clásico. En 2016 fue arrestado en la conocida operación Valle, acusado de colaborar con brigadistas que combatían al Estado Islámico en Siria. Aunque fue absuelto de los cargos más graves, el episodio no hizo más que consolidar su figura como un disidente incómodo para el poder. Hoy preside el Frente Obrero, una organización política que se presenta como alternativa combativa al progresismo posmoderno y que promueve un socialismo firme, basado en la clase trabajadora y la soberanía popular. Además, es colaborador en medios digitales y programas televisivos donde sostiene sus ideas sin concesiones, desafiando los lugares comunes de la política actual.

En su obra Resistencia y lucha contra el posmodernismo, Roberto Vaquero traza una crítica frontal, profunda y articulada contra lo que él considera una de las más nocivas ideologías que ha penetrado el pensamiento contemporáneo: el posmodernismo. Para Vaquero, esta corriente no es sólo un discurso filosófico desvinculado de la realidad, sino un mecanismo sofisticado que ha debilitado y desnaturalizado a la izquierda obrera, desviándola de su misión histórica. Su tesis central sostiene que el posmodernismo ha reemplazado la lucha de clases por una amalgama de luchas identitarias fragmentadas, donde la experiencia individual, la subjetividad y la "microrresistencia" sustituyen a la organización, el análisis estructural y la acción colectiva. Esta sustitución no sería inocente, sino funcional al mantenimiento del orden capitalista.

Según el autor, los nuevos discursos que dominan la izquierda —como el feminismo institucional, la teoría queer, el ecologismo de salón o la política de la identidad— lejos de cuestionar el sistema, lo refuerzan al disolver la unidad del sujeto revolucionario: el proletariado. Vaquero no niega la existencia de múltiples formas de opresión, pero advierte que el abordarlas desde una lógica fragmentaria y emocional, desconectada de la estructura económica de explotación, solo conduce a la impotencia política. El posmodernismo, sostiene, promueve un culto al yo, a la subjetividad individual, al relativismo moral y epistemológico, que sustituye el análisis científico marxista por una narrativa sin rigor ni estrategia.

Un punto especialmente provocador de su análisis es la comparación entre el posmodernismo y el fascismo. Ambos, según Vaquero, aunque ideológicamente distintos en la superficie, funcionan como mecanismos de neutralización de la organización popular. En contextos de crisis, el sistema puede alternar entre discursos que parecen progresistas o reaccionarios, dependiendo de lo que más convenga a la conservación del poder del gran capital. El posmodernismo, en ese sentido, ofrece una ilusión de disidencia que actúa como válvula de escape: canaliza el malestar hacia luchas parciales, despolitizadas y fácilmente absorbibles por las instituciones. Para él, el resultado es siempre el mismo: la desarticulación del movimiento obrero y la desaparición de un proyecto de transformación estructural.

Frente a esta deriva, Vaquero propone una reorientación radical. Reivindica el marxismo-leninismo como herramienta de análisis y de acción, sin concesiones ni maquillajes. Llama a recuperar la claridad ideológica, la formación política rigurosa y la necesidad de un partido obrero sólido, disciplinado y combativo. La revolución, sostiene, no puede hacerse desde el confort del discurso académico ni desde el activismo simbólico, sino desde el trabajo paciente y constante de organización popular en los barrios, las fábricas y los centros de estudio.

Entre las frases más potentes de su libro, destaca una que resume la médula de su crítica: “El sujeto revolucionario no es un acto individual transgresor: no existen las microrrevoluciones; esta perspectiva solo sirve para perpetuar la situación actual bajo el capitalismo.” En esta cita, Vaquero desmonta la lógica posmoderna que convierte cualquier gesto simbólico en un acto de resistencia, señalando que tales acciones no alteran la estructura del poder ni su lógica de explotación. La verdadera revolución, afirma, es colectiva, estructurada, y con objetivos concretos.

Otra frase relevante es: “Es necesario acabar con la dictadura de lo políticamente correcto.” Aquí apunta a uno de los mecanismos más eficaces de control dentro de la izquierda actual: la autocensura y la homogeneización del discurso. Según Vaquero, lo “políticamente correcto” no es más que una forma de domesticar el pensamiento radical y marginar toda crítica que no se ajuste a los nuevos dogmas culturales.

Particularmente polémica —y también reveladora— es su afirmación: “El posmodernismo ideológico y el fascismo son dos caras de la misma moneda: se retroalimentan el uno al otro dependiendo de lo que le interese al gran capital que está detrás de ambos.” Esta frase resume su visión estratégica del conflicto ideológico: el sistema no teme al posmodernismo porque no lo amenaza. Lo teme, en cambio, cuando se enfrenta a una clase obrera organizada, con un proyecto revolucionario claro y con estructuras políticas capaces de disputar el poder.

Resistencia y lucha contra el posmodernismo es una obra que incomoda, que no teme enfrentarse a los lugares comunes, y que exige al lector una reflexión profunda sobre el estado actual de la izquierda. Vaquero no escribe para agradar, sino para alertar. Su estilo es directo, sin florituras innecesarias, pero cargado de convicción, análisis y urgencia política. Esta obra no es un lamento nostálgico por el pasado, sino una invitación a pensar el futuro desde una posición firme, obrera y revolucionaria. Quienes busquen en ella un diagnóstico complaciente o una palmadita en la espalda, quedarán decepcionados. Pero quien la lea con la inquietud honesta de transformar el mundo, encontrará en sus páginas una brújula para navegar el desconcierto ideológico de nuestra época.




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