martes, 27 de mayo de 2025

EL LÁTIDO DE LA TIERRA, por LUZ GABÁS

  


EL LÁTIDO DE LA TIERRA, por LUZ GABÁS



Luz Gabás es una de esas voces literarias que han sabido emerger desde el corazón de la tierra que habitan, transformando la memoria, la historia y las emociones humanas en novelas que laten con una intensidad singular. Nacida en Monzón, Huesca, en 1968, su carrera ha estado marcada por una peculiar convergencia entre el pensamiento académico y la sensibilidad narrativa. Doctora en Filología Inglesa, profesora universitaria, y también alcaldesa de Benasque, Gabás es una mujer que ha recorrido caminos diversos, pero que en todos ha dejado la huella de su pasión por el conocimiento, la cultura y las raíces. Su irrupción en el panorama literario con Palmeras en la nieve fue un fenómeno de ventas, pero también una demostración de su talento para entrelazar el pasado y el presente, lo íntimo y lo colectivo, en historias que invitan a mirar dentro y alrededor con ojos más atentos. Desde entonces, cada una de sus novelas ha confirmado su capacidad para combinar la épica emocional con la reflexión histórica, sin jamás perder de vista el pulso humano que sostiene cada relato.

El latido de la tierra, publicada en 2019, es una obra que, como su título sugiere, vibra con la fuerza sutil pero constante de aquello que permanece, aunque el tiempo y el progreso se empeñen en olvidarlo. La novela nos presenta a Alira, una mujer de mediana edad que vive en el señorial y decadente caserón de su familia, heredera de una estirpe que fue poderosa pero que ahora se enfrenta al desgaste de la historia, de la despoblación rural y del cambio de valores. En torno a ella, gravitan las presiones del presente —la soledad, la incertidumbre económica, las heridas familiares— y el peso del pasado, que se manifiesta no como una nostalgia idealizada, sino como una raíz que sangra. La narración se sitúa en un pequeño pueblo del Pirineo oscense, un microcosmos donde el paso del tiempo se hace especialmente visible, donde la juventud se marcha, las casas se vacían y la tierra, aunque aún respira, parece latir con un ritmo cada vez más apagado.

La novela arranca cuando un suceso rompe la relativa calma del pueblo: se descubre un cadáver en un antiguo caserón. Este elemento introduce un halo de intriga que vertebra la historia, pero no es un thriller al uso. Gabás emplea el misterio no para distraer, sino para profundizar en los conflictos subterráneos que habitan en cada uno de sus personajes. El crimen funciona como detonante para explorar heridas antiguas, secretos familiares, rencores larvados y también lealtades silenciosas. Alira, obligada a revisar su vida, se convierte en una heroína silenciosa, cuya fuerza reside en su obstinación por permanecer, por cuidar lo que otros abandonan, por resistir al olvido que amenaza con borrar lo que alguna vez tuvo sentido.

Uno de los grandes logros de El latido de la tierra es su capacidad para retratar con fidelidad —y sin idealizaciones— el mundo rural contemporáneo. No es la aldea bucólica ni el refugio idílico del urbanita cansado. Es un lugar complejo, marcado por la resistencia, la dignidad, el arraigo y también el conflicto entre generaciones. Gabás retrata con mano firme las tensiones entre quienes quieren preservar las tradiciones y quienes abogan por la renovación o, simplemente, se marchan en busca de futuro. En ese paisaje se dibujan personajes que no son estereotipos, sino seres profundamente humanos, con sus contradicciones, sus pasiones calladas y su lucha cotidiana por mantenerse fieles a sí mismos.

La prosa de Luz Gabás en esta novela es sobria pero profundamente evocadora. Cada descripción del paisaje, de los muros agrietados por el tiempo, de los silencios que llenan las habitaciones, contribuye a crear una atmósfera cargada de sentido. Se percibe una conciencia estética que no busca el adorno, sino la resonancia emocional. Leer El latido de la tierra es como caminar por un sendero antiguo, donde cada piedra parece guardar una historia, y donde cada pausa nos obliga a mirar hacia atrás para entender lo que está por venir.

Lo más relevante de esta novela no es solo su contenido narrativo, sino su dimensión simbólica. Gabás habla de la tierra como una presencia viva, como un testigo que observa cómo sus hijos se alejan o la traicionan, pero que sigue palpitando con una fidelidad que conmueve. En medio de un mundo dominado por la velocidad, el desarraigo y el consumo rápido de experiencias, El latido de la tierra nos recuerda el valor de lo que se construye despacio, de lo que resiste, de lo que se cuida aunque no prometa recompensa inmediata.

Entre las citas más significativas del libro, hay algunas que encapsulan su esencia con brillantez. Por ejemplo:

“A veces, lo más valiente no es irse, sino quedarse.”

Esta frase, en apariencia simple, resume uno de los núcleos éticos de la novela. En un tiempo donde la movilidad se celebra como sinónimo de libertad, Gabás reivindica el coraje de quienes eligen permanecer, no por miedo, sino por lealtad a una historia, a una memoria, a una tierra que también necesita ser cuidada.

“Las casas no se mueren, las matamos al dejar de habitarlas.”

Aquí la autora transforma una observación arquitectónica en una poderosa metáfora sobre el abandono. No se trata solo de edificios, sino de vínculos. El deterioro del mundo rural es también el reflejo de una ruptura emocional con nuestras raíces, con aquello que nos define más allá del presente inmediato.

“Cada secreto enterrado bajo estas piedras late, como la tierra, esperando ser escuchado.”

Esta línea conecta directamente con el título del libro y con su estructura narrativa. Los secretos familiares, los silencios heredados, son tratados aquí como parte del paisaje, no como elementos accesorios. Son las venas invisibles que alimentan la trama, y cuya revelación permite comprender no solo a los personajes, sino a todo un modo de vida.

“Lo que no se nombra, no desaparece. Se queda flotando, esperando su momento.”

Gabás nos recuerda con esta frase que el olvido no es una solución, sino una forma de aplazar lo inevitable. La memoria, aunque dolorosa, es necesaria para sanar. Y la literatura, en este sentido, actúa como una forma de dar nombre a lo silenciado.

El latido de la tierra es una novela profundamente emotiva, pero también necesaria. Es un llamado a reconectar con nuestras raíces, a mirar con respeto la historia que nos trajo hasta aquí, a no dejar que el tiempo devore sin resistencia aquello que aún puede dar fruto. Con su estilo limpio, su sensibilidad honesta y su mirada penetrante, Luz Gabás ha escrito una obra que no solo se lee: se siente. Porque, como sugiere el título, hay latidos que no se oyen con los oídos, sino con la memoria. Y este libro, sin duda, es uno de ellos.



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