LOS SIETE PECADOS CAPITALES, por FERNANDO SAVATER
Fernando Savater nació en San Sebastián en 1947, y desde sus primeros años se mostró como una mente precoz, inquieta y profundamente crítica. Filósofo de formación, escritor por vocación y polemista por naturaleza, ha dejado una impronta indeleble en la cultura hispánica contemporánea. Doctor en Filosofía y profesor universitario durante décadas, su carrera académica ha estado marcada por una férrea defensa del laicismo, la ética civil y la pedagogía de la libertad. Su obra, rica y variada, abarca desde ensayos filosóficos hasta literatura infantil, pasando por textos políticos y filosófico-literarios que lo han convertido en una de las voces más lúcidas y reconocidas del pensamiento actual. Finalista y ganador de importantes premios literarios y humanísticos, entre ellos el Premio Nacional de Ensayo y el Premio Planeta, Savater ha sabido conjugar erudición con claridad, profundidad con cercanía, lo que le ha permitido llegar a públicos muy diversos sin renunciar jamás al rigor intelectual. Con una prosa irónica, vibrante y a menudo provocadora, ha conseguido algo que muy pocos intelectuales logran: hacer pensar y entretener al mismo tiempo.
Los siete pecados capitales, publicado originalmente en 2004, es una obra que brilla por su ingenio, su inteligencia y su capacidad para conectar las grandes cuestiones morales con las pequeñas peripecias de la vida cotidiana. En este libro, Savater no se limita a enumerar o analizar estos vicios tradicionales del cristianismo: la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. En lugar de ello, se lanza a un recorrido personal, cultural y filosófico por los rincones oscuros —pero también fascinantes— del alma humana. Cada pecado es explorado no como una simple falta, sino como una manifestación compleja, ambigua y profundamente humana de nuestras pasiones, deseos y contradicciones.
Lejos del tono penitencial o dogmático, Savater convierte cada capítulo en una especie de pequeña aventura del pensamiento, donde se cruzan la historia, la literatura, la psicología, el arte y la experiencia personal. En su análisis de la soberbia, por ejemplo, no solo reflexiona sobre el orgullo desmedido que lleva a la caída, sino también sobre la autoestima, la necesidad de reconocimiento y el ego como motor —y a veces saboteador— de nuestras acciones. Se detiene en figuras como Lucifer, el ángel caído por excelencia, y Nietzsche, el filósofo que reivindicó el orgullo como virtud del superhombre. En su tratamiento de la avaricia, recorre desde el rey Midas hasta los modernos adoradores del mercado, mostrando cómo la obsesión por poseer puede vaciarnos de sentido, y cómo el dinero, que debería ser un medio, se convierte en un fin que devora todo lo demás.
La lujuria, en manos de Savater, deja de ser simplemente el pecado del placer carnal para convertirse en una exploración lúcida y liberadora sobre el deseo, la represión y la libertad sexual. No falta la ironía: "No es que el diablo haya inventado el sexo —dice—, pero sí le ha sacado un partido magnífico". En este capítulo, y en otros, Savater demuestra su capacidad para hablar de temas escabrosos sin perder nunca el buen gusto, ni la profundidad filosófica.
La ira, presentada como una fuerza ambivalente, capaz de destruir pero también de defendernos, sirve para hablar de la justicia, la venganza y el resentimiento. Savater explora los mecanismos sociales e íntimos de este impulso que tan a menudo envenena nuestras relaciones, pero que también puede despertar la conciencia ante la injusticia. La gula, que en una sociedad de abundancia se disfraza de hedonismo gourmet, es el punto de partida para una crítica sutil pero firme al consumismo y al culto del cuerpo. La envidia, uno de los pecados más silenciosos y corrosivos, es abordada con una claridad deslumbrante: más que deseo de tener lo que otro tiene, es deseo de que el otro no lo tenga. Finalmente, la pereza, lejos de ser una simple falta de actividad, aparece como una forma de nihilismo, de retirada del mundo y del esfuerzo por vivir una vida significativa.
Lo más fascinante del libro es su tono: una mezcla perfecta de conversación ilustrada, humor filosófico y confesión personal. Savater no se sitúa por encima del lector, sino a su lado. No moraliza, comprende. No juzga, cuestiona. El lector se siente acompañado, estimulado, interpelado. Y al final de cada capítulo, algo queda resonando, como una música de fondo que invita a la introspección.
Algunas de las citas más memorables del libro son pequeñas joyas de sabiduría y provocación. Por ejemplo:
“Los pecados capitales no son delitos contra los demás, sino vicios que conspiran contra uno mismo.”
Esta frase condensa uno de los ejes del libro: la ética no como una serie de mandamientos externos, sino como un modo de vivir mejor con uno mismo. Los pecados, más que actos condenables, son trampas del alma que nos impiden crecer.
“El envidioso no quiere lo que tú tienes, quiere que tú no lo tengas.”
Aquí, Savater revela el rostro más oscuro de la envidia: su carácter destructivo, su impulso de negar la alegría ajena más que de aspirar a la propia. La frase no solo es clara, es demoledora en su verdad.
“Pereza es el arte de estar sin estar, de vivir sin asumir la vida.”
Una cita que convierte un defecto aparentemente menor en un símbolo existencial. La pereza, dice Savater, no es descanso ni ocio, sino huida del compromiso con la existencia. De ahí su gravedad moral.
“La lujuria fue perseguida porque hacía reír a los dioses y temblar a los puritanos.”
Este aforismo destila la ironía deliciosa del autor, al mismo tiempo que reivindica el placer como parte legítima de la condición humana, y denuncia la hipocresía de quienes se escandalizan más por el goce ajeno que por la injusticia social.
Los siete pecados capitales no es simplemente un ensayo sobre el mal o los vicios humanos. Es una obra que nos pone frente al espejo, que nos incita a mirar con lucidez —y también con compasión— las zonas sombrías de nuestra alma. Savater no propone redenciones ni condenas, sino comprensión. Nos invita a pensar no en términos de salvación o culpa, sino en cómo vivir de manera más consciente, más libre y más plena.
Este libro, breve en extensión pero profundo en contenido, es ideal tanto para quienes se inician en la filosofía como para lectores más avezados. A través de una escritura elegante y accesible, nos muestra que los pecados, más que ser evitados, deben ser entendidos, porque en ellos late la complejidad de lo humano. Y entender al ser humano, con sus luces y sus sombras, es tal vez el mayor desafío —y la mayor aventura— del pensamiento.
En definitiva, Los siete pecados capitales es una obra que entretiene, enseña, y transforma. Una lectura que, como los mejores libros, se queda con nosotros mucho después de haber sido cerrada.
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