LA GRAN DESMEMORIA, por PILAR URBANO
Pilar Urbano Casaña, nacida en 1940 en Valencia, España, es una periodista y escritora cuya vida parece un torbellino de titulares, una mujer que ha vivido para destapar verdades y que, con su pluma afilada, ha hecho temblar a más de un poderoso. Criada en un entorno donde la curiosidad y las letras eran el pan de cada día, estudió Filosofía y Letras antes de irrumpir en la Escuela Oficial de Periodismo, donde se graduó como número uno de su promoción, un augurio de la tenacidad que marcaría su carrera. Desde los años sesenta, su voz resonó en las redacciones de periódicos como ABC, donde forjó su columna Hilo Directo con un estilo que mezclaba análisis político y una cercanía casi magnética con el lector, hasta que en 1985 pasó a Ya y, más tarde, a El Mundo, donde aún hoy deja caer sus reflexiones como quien lanza una piedra en un estanque quieto. Numeraria del Opus Dei, su fe no la ha detenido a la hora de cuestionar instituciones, y su presencia en el Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981, durante el intento de golpe de Estado, la convirtió en testigo de la historia: “Tuve una metralleta a un palmo de mi cintura. No me tiré al suelo. Aquella noche supe que la libertad vale más que la vida”, diría después, con esa mezcla de bravura y convicción que la define.
Su carrera no ha estado exenta de controversias. En 1994, un artículo en Elle le valió una demanda por opiniones tildadas de homófobas, y en 2008, su libro La Reina muy de cerca desató un vendaval al atribuir a la reina Sofía posturas contra el aborto y el matrimonio homosexual, lo que llevó a un desmentido oficial de la Casa Real que no logró apagar el fuego mediático. Urbano, sin embargo, no se arredró: “Lo que la reina dijo está en mi libro”, sostuvo, defendiendo su trabajo con la fiereza de quien sabe que ha tocado un nervio. Autora prolífica, sus obras —como Yo investigué el 23-F, Garzón: el hombre que veía amanecer o El precio del trono— siempre han escalado las listas de ventas, fruto de una investigación obsesiva y un estilo que engancha como una novela de intriga. La gran desmemoria, publicada en 2014 por Planeta, es quizás su obra más audaz, un mazazo a los mitos de la Transición española que la consolidó como una cronista implacable, una mujer que no teme meter el dedo en la llaga aunque el mundo entero la mire con recelo. A sus más de ochenta años, Pilar Urbano sigue siendo un huracán, una periodista que escribe para el pueblo y no para los palacios.
La gran desmemoria: Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar es un libro que no se lee, se devora; una inmersión vertiginosa en los entresijos de la Transición española que sacude los cimientos de lo que creíamos saber. Publicado en abril de 2014, apenas semanas después de la muerte de Adolfo Suárez, este tomo de casi 900 páginas arranca con la fuerza de un cañonazo: Pilar Urbano no está aquí para repetir la historia oficial, sino para rasgar el velo que la cubre. Con la destreza de una detective y el pulso de una narradora consumada, la autora se propone responder las preguntas que el ciudadano de a pie lleva años murmurando en las esquinas: ¿fue el rey Juan Carlos el verdadero “motor del cambio” o un títere atrapado entre el miedo al Ejército y las presiones del búnker franquista? ¿Por qué se esfumó a París mientras Suárez legalizaba el Partido Comunista? ¿Qué sabía del 23-F y desde cuándo? Cada capítulo es un paso más hacia el corazón de un misterio que, según Urbano, ha sido sepultado bajo capas de silencio y mitología.
El relato se despliega como un thriller político, con escenas tan vívidas que uno casi puede oler el tabaco en los despachos y escuchar el crujir de los teléfonos intervenidos. Urbano nos lleva al 23 de febrero de 1981, pero no se queda en el asalto de Tejero al Congreso; retrocede y avanza, tejiendo una red de reuniones secretas, diálogos crudos y documentos inéditos que ha desenterrado como quien encuentra un tesoro olvidado. La “Operación Armada” emerge como el eje de su narrativa: una maniobra para instalar al general Alfonso Armada como presidente de un gobierno de concentración, un plan que, según la autora, contó con el visto bueno inicial del Rey hasta que la dimisión de Suárez en enero de 1981 lo dejó tambaleándose. El golpe, dice Urbano, no fue un capricho de guardias exaltados, sino la chispa de una conspiración mayor que involucró a empresarios, diputados y militares, un complot que el juicio del 23-F —“un simulacro consentido”— se encargó de maquillar. Los diálogos entre Suárez y el Rey, reconstruidos con una precisión que corta el aliento, revelan una relación marcada por la desconfianza, las promesas rotas y una moción de censura fraguada en las sombras.
Lo que hace de La gran desmemoria una obra adictiva no es solo su contenido explosivo, sino la forma en que Urbano lo sirve. Su prosa es ágil, cargada de frases que golpean como martillos: “Discrepo de Camus cuando dice que la verdad tiene dos caras, una de las cuales debe permanecer oculta. Mi servicio al ciudadano es descubrir lo que nos venían ocultando”, proclama, y cumple su promesa con creces. El libro nos pasea por los salones del poder, desde la Zarzuela hasta los cuarteles, dejando que el lector escuche las palabras exactas de los protagonistas —o al menos, las que ella ha rescatado de testigos que, por fin, rompieron su silencio—. Hay momentos que estremecen, como la noche del golpe, cuando el Rey, según Urbano, lidia con capitanes generales que no se pliegan tan fácilmente a sus órdenes, o la confesión de Suárez tras el 23-F: “Me voy porque el Rey me lo ha pedido, porque sabe que traen a un general”. La autora no idealiza a nadie: ni al monarca, cuya ambigüedad queda al desnudo, ni a Suárez, un héroe roto por la traición.
El clímax llega con las revelaciones sobre el juicio militar, una farsa que, asegura Urbano, protegió a los verdaderos titiriteros mientras Tejero y Milans del Bosch cargaban con el peso de la ira pública. Pero el libro no termina en acusaciones; cierra con una reflexión que invita a repensar la Transición no como un cuento de hadas, sino como un tablero de ajedrez donde cada movimiento escondía un cálculo. Entre los pasajes más memorables está la recreación de una conversación entre Armada y Milans en Valencia, un duelo verbal que destila ambición y peligro, o el instante en que Suárez, agotado, entiende que su destino está sellado. La gran desmemoria no es un libro para los tibios; es un desafío, una sacudida que engancha desde el primer párrafo y no suelta hasta el final, dejando al lector con una certeza inquietante: la historia que nos contaron tiene grietas, y Pilar Urbano ha venido a abrirlas de par en par.
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