ESPAÑA COMO PROBLEMA, por PEDRO LAIN ENTRALGO
Pedro Laín Entralgo nació el 15 de febrero de 1908 en Urrea de Gaén, un pequeño rincón de Teruel donde el viento parece susurrar ecos de un pasado austero. Hijo de un maestro y una ama de casa, su infancia transcurrió entre las lecciones de su padre y los paisajes áridos de Aragón, un entorno que forjó en él una sensibilidad hacia las raíces y las preguntas profundas. Estudió Medicina en la Universidad de Zaragoza y luego en Madrid, donde se graduó en 1930, pero su espíritu inquieto no se conformó con el bisturí. Se adentró en la filosofía, la historia y la literatura, campos que lo llevaron a convertirse en una de las mentes más brillantes de la España del siglo XX. Durante la Guerra Civil, Laín se alineó con el bando franquista, un hecho que marcó su vida: fue falangista convencido, redactó textos para la revista Escorial y asumió cargos como el de rector de la Universidad de Madrid entre 1951 y 1956. Sin embargo, su pensamiento evolucionó; desencantado del régimen, se volvió un crítico sutil pero firme, buscando un diálogo que sanara las heridas de un país fracturado.
Su vida fue un torbellino de letras y reflexión. Casado con Elena Pérez de Oñate, tuvo seis hijos, y su hogar en Madrid se convirtió en un refugio de ideas en tiempos oscuros. Laín no se limitó a la academia; fue miembro de la Real Academia Española y de la de Medicina, y sus ensayos, como La generación del 98 o Menéndez Pelayo, lo consagraron como un puente entre generaciones y corrientes. España como problema, publicado en 1949 y ampliado en 1956, es su obra cumbre, un texto que destila su obsesión por entender la identidad española más allá de los tópicos. Su trayectoria no estuvo exenta de sombras: su pasado falangista le valió críticas, pero su apertura al debate y su búsqueda de reconciliación lo redimieron ante muchos. Murió el 5 de junio de 2001 en Madrid, dejando un legado de más de 50 libros y una huella imborrable como humanista que intentó descifrar el alma de España. Su vida, un mosaico de lealtades y transformaciones, refleja el mismo dilema que exploró en sus páginas: un país en eterno conflicto consigo mismo, pero cargado de posibilidades.
España como problema no es un libro que se lea con ligereza; es una invitación a zambullirse en las aguas turbulentas de la historia y la identidad, un viaje que Pedro Laín Entralgo emprende con la precisión de un cirujano y la pasión de un poeta. Publicado en un momento en que España vivía bajo el yugo del franquismo, este ensayo surge como un grito reflexivo en medio del silencio, una tentativa de comprender por qué el país parecía atrapado en un ciclo de crisis y divisiones. Laín no ofrece respuestas fáciles ni consuela con nostalgias vacías; desde las primeras páginas, plantea una pregunta que resuena como un trueno: ¿qué es España? No la España de los mapas ni la de las postales turísticas, sino la España real, la de las guerras civiles, las grandezas perdidas y las promesas incumplidas. Con una prosa densa pero hipnótica, teje un relato que no solo mira al pasado, sino que interpela al presente, invitando al lector a caminar con él por los senderos tortuosos de una nación que, para Laín, es más un enigma que un dato.
El libro arranca con una mirada al legado histórico, desde los visigodos hasta la Edad Moderna, pero no se pierde en fechas ni batallas. Laín busca el alma de España en sus contradicciones: la unidad soñada por los Reyes Católicos que nunca cuajó del todo, el esplendor del Siglo de Oro que convivió con la miseria, el imperio que se deshizo en las manos de reyes débiles. Dedica páginas enteras a la Guerra de la Independencia y a la fractura del siglo XIX, cuando liberales y absolutistas se desgarraron en un duelo que prefiguró la Guerra Civil. Pero su análisis no es un lamento; es una disección. Habla de la “desvertebración” de España, un término que toma de Ortega y Gasset, y lo expande: el país, dice, sufre de una incapacidad para cohesionarse, atrapado entre el centralismo y las ansias regionales, entre la fe y el descreimiento, entre el orgullo y la autocrítica. Cada capítulo es un espejo donde el lector ve reflejados los rostros de Quevedo, Goya, Unamuno, figuras que, como Laín, intentaron descifrar el mismo acertijo.
Lo que hace al libro adictivo es cómo Laín mezcla erudición con intimidad. No es un académico distante; escribe como quien conversa en una tertulia, con un tono que te arrastra, te provoca, te obliga a pensar. Analiza la Reconquista no solo como un hecho, sino como un mito que aún pesa en la conciencia colectiva, y se detiene en la expulsión de judíos y moriscos como heridas que nunca cerraron. La Guerra Civil, que él vivió en carne propia, aparece como el clímax de esa España problemática: un pueblo que se ama y se odia con la misma intensidad, incapaz de encontrar un centro. Pero Laín no se rinde al pesimismo; entre líneas, sugiere que el problema es también una oportunidad, que en esa tensión late una creatividad única, una capacidad para renacer. Habla de la cultura española —Cervantes, Velázquez, Lorca— como un faro en la tormenta, un testimonio de que, incluso en el caos, hay belleza y verdad.
Entre los tesoros del libro está su reflexión sobre el “ser español”. Laín rechaza las visiones simplistas: España no es solo Castilla, ni solo Cataluña, ni un imperio perdido; es un crisol de voces que no siempre armonizan. Critica el nacionalismo estrecho, pero también el universalismo que borra las raíces, buscando un equilibrio que él llama “convivencia histórica”. Su experiencia falangista le da un matiz especial: conoce el fervor de la unidad impuesta y sus límites, y desde ahí aboga por un diálogo que trascienda bandos. La edición de 1956, ampliada tras años de reflexión, añade capas de madurez a este análisis, mostrando a un Laín más conciliador, más esperanzado. No es una lectura ligera —unas 600 páginas de ideas densas—, pero su ritmo te envuelve como una marea, llevándote de la historia a la filosofía, de la política a la poesía, sin que puedas soltar el hilo.
Pedro Laín Entralgo, con España como problema, no solo escribió un ensayo; creó un espejo para una nación y sus habitantes. Su vida, un viaje de la fe falangista a la búsqueda de reconciliación, se refleja en una obra que no da respuestas definitivas, sino que planta preguntas que resuenan décadas después. Es un libro para quienes aman pensar, para quienes no temen mirar las cicatrices de un país y preguntarse qué significan. En sus páginas late una España viva, contradictoria, dolorosamente hermosa, y un autor que, con cada palabra, te invita a amarla y entenderla un poco más. Es un desafío intelectual, sí, pero también un acto de amor, un retrato de un pueblo que, como dice Laín, sigue siendo un problema porque sigue siendo humano.
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