LA PUERTA DEL SOL , por FERNANDO FERNÁN GÓMEZ
Fernando Fernán Gómez vino al mundo en un rincón inesperado, Lima, el 28 de agosto de 1921, hijo de la actriz Carola Fernán Gómez, quien recorría Sudamérica en una gira teatral cuando el destino decidió que naciera lejos de España. Aunque su partida de nacimiento lo sitúa en Buenos Aires, él siempre afirmó que su cuna verdadera fue peruana, un detalle que pinta su vida como un lienzo de paradojas y pasiones. Hijo extramatrimonial de un aristócrata del teatro español, su infancia transcurrió en Madrid, donde la Guerra Civil interrumpió sus estudios de Filosofía y Letras y lo empujó al escenario. Allí, bajo las luces de la compañía de Laura Pinillos y el ojo atento de Enrique Jardiel Poncela, comenzó a forjar una carrera que lo consagraría como un titán del cine, el teatro y la literatura. Anarquista de corazón, miembro de la Real Academia Española desde el año 2000 y poseedor de una pluma tan afilada como su voz, Fernán Gómez dejó un legado imponente: desde clásicos cinematográficos como El espíritu de la colmena hasta novelas que destilan vida, como El viaje a ninguna parte. Casado primero con María Dolores Pradera y luego con Emma Cohen, su existencia fue un torbellino de creación hasta su muerte en Madrid el 21 de noviembre de 2007, dejando tras de sí una obra que respira la esencia de España.
La Puerta del Sol, publicada en 1995, es un canto vibrante a un Madrid que late entre la ilusión y la desdicha, una novela que captura el alma de una época con la maestría de un pintor costumbrista y la sensibilidad de un poeta. En su corazón está Mariana Bravo, una joven de pueblo, pobre pero encendida por sueños más grandes que su pequeño mundo, quien abandona su hogar a principios del siglo XX buscando un futuro luminoso en la capital. Junto a Ramón Gómez, su compañero en un amor libre que desafía las cadenas de la tradición, llega a regentar la portería del número 9 de la calle Vergel, a un suspiro de la emblemática Puerta del Sol. Allí, en ese cuchitril que es su reino y su prisión, Mariana se convierte en testigo y cómplice de un mosaico humano: vecinos que suben y bajan, susurrando confidencias y cargando secretos. La cotilla del edificio, el actor de mala fortuna, el activista fugitivo y el noble arruinado desfilan ante sus ojos, tejiendo un retrato de un Madrid convulso, atrapado entre las promesas del progreso y las sombras de la Guerra Civil que se avecina. Fernán Gómez, con un estilo que evoca a Galdós pero vibra con su propia chispa, mezcla el lirismo y el realismo en una danza irresistible, donde las pasiones se enredan con risas y las utopías chocan contra la cruda verdad.
La novela no es solo una crónica de personajes y lugares; es un espejo de los anhelos de una generación que soñó con un mañana mejor mientras el destino les tendía trampas. Mariana, con su mezcla de candor y desencanto, encarna esa lucha entre la fantasía y la realidad, un tema que atraviesa la obra de Fernán Gómez como un río subterráneo. Cada página destila el amor del autor por el teatro —Ramón, traspunte de una compañía de magia, es un guiño a su propia vida— y por un Madrid que respira en las descripciones: el bullicio de la plaza, el eco de las campanas, el roce de las faldas contra el adoquín. El clímax llega cuando los sueños de Mariana se enfrentan a un mundo que no perdona la inocencia, dejando al lector con el sabor agridulce de una verdad universal: la felicidad siempre está unas calles más allá, inalcanzable pero eternamente deseada. La Puerta del Sol es una obra maestra que atrapa, una ventana a un tiempo perdido que sigue latiendo en el corazón de quienes se atreven a soñar, escrita con la genialidad de un hombre que supo capturar la vida en todas sus contradicciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario