jueves, 20 de febrero de 2025

BABILONIA, por PAUL KRIWACZECK

  

BABILONIA, por PAUL KRIWACZECK

Paul Kriwaczek, un historiador y comunicador británico de origen austriaco, nació en Viena en 1937 en el seno de una familia judía que tuvo que huir del ascenso del nazismo. Su infancia estuvo marcada por el exilio, ya que sus padres emigraron al Reino Unido poco después de su nacimiento, escapando de las crecientes tensiones políticas en Europa. En Londres, Kriwaczek se formó como odontólogo en el King’s College, una carrera que ejerció durante varios años antes de dar un giro radical a su vida. Su interés por los viajes y las culturas del mundo lo llevó a abandonar la odontología tras una década trabajando en países como Irán y Afganistán, donde se sumergió en las complejidades de Asia Central y Oriente Medio. Estas experiencias no solo ampliaron su horizonte personal, sino que también sentaron las bases de su futura obra como escritor e historiador. Kriwaczek dominaba ocho idiomas, entre ellos el persa, el hindi, el urdu y el pashto, una habilidad que reflejaba su fascinación por las civilizaciones antiguas y su capacidad para acceder a fuentes primarias en sus lenguas originales.


En 1970, Kriwaczek dio un paso decisivo al incorporarse a tiempo completo a la BBC, donde durante más de 25 años desempeñó roles como escritor, productor y director de programas televisivos y radiales. Su trabajo en el Servicio Mundial de la BBC, especialmente como jefe de Asuntos de Asia Central, le permitió combinar su pasión por la historia con su talento narrativo. Fue en este contexto donde desarrolló una carrera paralela como autor, publicando obras que exploraban civilizaciones olvidadas o poco comprendidas por el gran público. Entre sus libros más destacados se encuentran In Search of Zarathustra, donde analiza la influencia del zoroastrismo en la historia mundial, y Yiddish Civilisation, un estudio sobre el auge y declive de la cultura yiddish en Europa. Sin embargo, fue con Babylon: Mesopotamia and the Birth of Civilization, publicado en 2010, que alcanzó un reconocimiento más amplio, consolidándose como un divulgador capaz de hacer accesible la historia antigua sin sacrificar rigor académico. Kriwaczek falleció en 2011, dejando tras de sí un legado de curiosidad intelectual y una narrativa histórica impregnada de humanidad.


El libro Babilonia: Mesopotamia y el nacimiento de la civilización, escrito por Paul Kriwaczek, es una obra monumental que invita al lector a un viaje de casi ocho mil años a través de la cuna de la civilización humana: la antigua Mesopotamia. Publicado originalmente en inglés y traducido a múltiples idiomas, este texto no pretende ser un mero compendio de hechos arqueológicos, sino una narración viva y apasionada que conecta el pasado remoto con el presente. Kriwaczek traza un arco temporal que comienza alrededor del 5400 a.C., con los primeros asentamientos agrícolas en las tierras pantanosas entre los ríos Tigris y Éufrates, y culmina con la conquista persa de Babilonia en el siglo VI a.C. A lo largo de sus páginas, el autor no solo relata el ascenso y la caída de imperios, sino que desentraña cómo esta región, que hoy ocupa gran parte de Irak, dio origen a innovaciones que aún sostienen nuestra forma de vida: la escritura, las leyes, las ciudades y la organización estatal.


La obra inicia con una evocación de los primeros pobladores de Mesopotamia, aquellos que, en un mundo aún dominado por la piedra y la caza, comenzaron a domesticar plantas y animales en las fértiles llanuras aluviales. Kriwaczek describe con detalle cómo estas comunidades neolíticas, enfrentadas a inundaciones y a un clima impredecible, construyeron chozas de caña y transformaron pantanos en campos de trigo y cebada. Este paso inicial, aparentemente modesto, marcó el nacimiento de la agricultura sedentaria y, con ella, de las primeras aldeas. El autor no se limita a una descripción técnica; pinta un cuadro humano, lleno de esfuerzo y esperanza, donde hombres y mujeres aprendieron a cooperar para controlar la naturaleza. Con el tiempo, estas aldeas crecieron hasta convertirse en ciudades como Eridu y Uruk, centros de poder y cultura que sentaron las bases de lo que conocemos como civilización urbana.



A medida que avanza el relato, Kriwaczek introduce al lector en la complejidad de las ciudades-estado mesopotámicas, un mosaico de pequeñas potencias como Ur, Lagash y Kish que competían y comerciaban entre sí. Explica cómo la invención de la escritura cuneiforme, inicialmente un sistema de contabilidad para registrar bienes, evolucionó hasta convertirse en el vehículo de la literatura, la religión y la administración. El autor dedica espacio a detallar este proceso, mostrando cómo las tablillas de arcilla, marcadas con punzones, permitieron a los sumerios preservar sus mitos, como la epopeya de Gilgamesh, y organizar sus sociedades de manera inédita. Esta innovación, junto con la creación de la rueda y el ladrillo cocido, transformó la vida cotidiana y posibilitó la construcción de zigurats, esas imponentes torres que simbolizaban la conexión entre los hombres y sus dioses.


El corazón del libro, sin embargo, late en la ciudad de Babilonia, a la que Kriwaczek dedica una atención especial. La narra como el “portal de los dioses”, un título que evoca su esplendor bajo el reinado de Hammurabi, el rey amorreo que entre 1800 y 1750 a.C. unificó gran parte de Mesopotamia bajo un solo mando. Hammurabi, conocido por su célebre código de leyes, emerges en las páginas de Kriwaczek como una figura visionaria que no solo conquistó territorios, sino que estableció un sistema jurídico que regulaba desde disputas comerciales hasta castigos por crímenes. El autor analiza este código con un enfoque didáctico, explicando cómo sus principios de “ojo por ojo” reflejaban una sociedad obsesionada con la justicia y el orden, pero también con la jerarquía. A través de Hammurabi, Babilonia se convirtió en un faro cultural y político, con sus jardines colgantes —aunque su existencia sigue siendo debatida— y sus murallas colosales, que la convirtieron en leyenda.


Kriwaczek no se detiene en el apogeo; también explora los ciclos de decadencia y renacimiento que caracterizaron a Mesopotamia. Relata cómo, tras el esplendor de Hammurabi, Babilonia cayó bajo el dominio de los casitas, luego resurgió con los asirios y finalmente alcanzó una nueva cima con Nabucodonosor II en el siglo VI a.C., antes de sucumbir a los persas de Ciro el Grande. Este vaivén de poder es presentado como una lección sobre la fragilidad de los imperios, una idea que el autor compara con esquemas financieros modernos: para sobrevivir, debían expandirse constantemente o colapsar bajo su propio peso. A lo largo de estos relatos, Kriwaczek intercala reflexiones sobre la vida cotidiana, desde los mercados bulliciosos hasta los rituales en los templos, dando voz a los artesanos, sacerdotes y esclavos que sostuvieron estas sociedades.


La narrativa se enriquece con la capacidad de Kriwaczek para conectar Mesopotamia con el presente. Subraya cómo conceptos como el estado centralizado, la división del trabajo y la religión organizada nacieron en estas tierras y se transmitieron a través de los siglos, influyendo en Grecia, Roma y, finalmente, en el mundo occidental. Dedica pasajes a explicar cómo los mesopotámicos fueron los primeros en medir el tiempo en unidades de 60, un legado que persiste en nuestros relojes, y cómo sus avances en astronomía sentaron las bases de la ciencia moderna. Esta dimensión didáctica se combina con un tono anímico, casi nostálgico, que invita al lector a maravillarse ante la inventiva humana y a lamentar la pérdida de una civilización que, aunque desaparecida, sigue resonando en nosotros.


Hacia el final del libro, Kriwaczek reflexiona sobre la trascendencia de Babilonia y Mesopotamia como un espejo de la humanidad. Aunque su poder político se desvaneció con la llegada de los persas, su influencia cultural perduró durante milenios, desde los relatos bíblicos de la Torre de Babel hasta las leyes que inspiraron sistemas jurídicos posteriores. El autor no idealiza esta civilización; reconoce sus sombras, como la esclavitud y las guerras constantes, pero celebra su capacidad para crear orden y belleza en un mundo caótico. Concluye con una invitación a ver Mesopotamia no como un pasado remoto, sino como el fundamento de nuestra propia historia, un recordatorio de que, en palabras suyas, “la mitad de la historia humana se desenvolvió en sus ciudades”.


En términos de estilo, Babilonia destaca por su accesibilidad y su calidez. Kriwaczek escribe con la autoridad de un erudito, pero con la pasión de un contador de historias. Su prosa fluye entre datos históricos y pinceladas poéticas, haciendo que el lector sienta el polvo de las llanuras mesopotámicas y el peso de las tablillas en las manos de un escriba. La obra no es un tratado académico denso, sino una puerta de entrada para quienes desean entender cómo empezó todo, cómo un puñado de aldeas en un rincón del mundo dio origen a ideas que aún dan forma a nuestra existencia. Es, en esencia, un homenaje a Mesopotamia y a la curiosidad humana que Paul Kriwaczek encarnó a lo largo de su vida.






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