jueves, 20 de febrero de 2025

EL LIBRO NEGRO DE LOS ILLUMINATI, por ROBERT GOODMAN

  


EL LIBRO NEGRO DE LOS ILLUMINATI, por ROBERT GOODMAN



Robert Goodman es un autor y periodista de origen estadounidense cuya vida y obra se han centrado en explorar los rincones más oscuros y controvertidos de la historia, la política y las conspiraciones globales. Aunque los detalles biográficos sobre Goodman son escasos y a menudo envueltos en un halo de misterio —quizás acorde con los temas que aborda—, se sabe que nació en la segunda mitad del siglo XX y que desarrolló una carrera como investigador independiente y escritor especializado en teorías de conspiración. Su interés por las sociedades secretas y los poderes ocultos parece haber surgido de una combinación de su formación en periodismo y una curiosidad innata por cuestionar las narrativas oficiales. Goodman no proviene de la academia tradicional, sino que se forjó en un entorno autodidacta, lo que le permitió adoptar un enfoque poco convencional y, a veces, polémico en sus escritos. Antes de dedicarse plenamente a la literatura, trabajó como reportero freelance, cubriendo temas que iban desde conflictos internacionales hasta intrigas políticas, experiencias que probablemente alimentaron su desconfianza hacia las estructuras de poder establecidas.


A lo largo de su trayectoria, Goodman ha publicado varias obras que desafían las versiones aceptadas de la historia contemporánea, siendo El libro negro de los Illuminati, lanzado en 2006, una de sus contribuciones más conocidas y debatidas. Este libro, junto con otros títulos como El gran complot, refleja su obsesión por desentrañar lo que él considera una red de manipulación global orquestada por élites secretas. Su estilo se caracteriza por una mezcla de investigación exhaustiva, especulación audaz y un tono apasionado que busca despertar al lector de lo que describe como un letargo inducido por la propaganda oficial. Aunque no hay registros claros sobre su formación académica o su vida personal más allá de su labor como escritor, Goodman se ha posicionado como una voz prominente en el ámbito de la conspiración, atrayendo tanto a seguidores fervientes como a críticos que lo acusan de sensacionalismo. Reside, según algunas fuentes, en Estados Unidos, donde continúa investigando y publicando, manteniendo un perfil bajo que refuerza la aura enigmática que rodea su figura.


El libro negro de los Illuminati es una obra que sumerge al lector en un universo de intrigas, secretos y supuestos planes maestros que, según Robert Goodman, han moldeado el destino de la humanidad durante el último siglo. Publicado en 2006 por la editorial Robinbook, este texto se presenta como una ampliación y profundización de las ideas expuestas en su anterior trabajo, El gran complot, y se propone desenmascarar las ambiciones de los Illuminati modernos, una presunta sociedad secreta que, para el autor, deriva de los Illuminati de Baviera fundados en 1776 por Adam Weishaupt. Goodman plantea que esta organización evoluciona con el tiempo, infiltrándose en estructuras de poder contemporáneas como el Club Bilderberg, Skull & Bones y el Bohemian Club, con el objetivo final de instaurar un Nuevo Orden Mundial en 2017. La obra, escrita con un tono que oscila entre la denuncia apasionada y el análisis especulativo, invita al lector a cuestionar todo lo que da por sentado sobre la política, la economía y los eventos globales, ofreciendo una narrativa que combina hechos históricos con hipótesis audaces.


El libro comienza con una premisa contundente: existe una fuerza oculta que controla a los Illuminati, un poder maligno que trasciende lo humano y que se manifiesta en ritos y sacrificios oscuros. Goodman explora esta idea a través de referencias a cultos antiguos, como el supuesto culto a la serpiente, y sugiere que estas prácticas tienen raíces en una ambición cósmica que va más allá de la Tierra. Dedica las primeras páginas a analizar la estructura de los Illuminati modernos, proponiendo que su centro neurálgico podría estar en Europa, posiblemente en Roma, donde un “cerebro” invisible dirigiría a estas sociedades secretas como brazos ejecutores. Con un enfoque didáctico, el autor desglosa las supuestas jerarquías y ceremonias de iniciación de grupos como Skull & Bones, una fraternidad de Yale que, según él, ejerce una influencia desproporcionada en la política estadounidense y china. Relata cómo los rituales de esta hermandad, que incluyen elementos satánicos y numerología, son una clave para entender su poder, ofreciendo al lector un vistazo a un mundo que, aunque especulativo, está presentado con una convicción que busca persuadir.


A medida que avanza, Goodman conecta eventos históricos con su teoría de una macroconspiración que abarca de 1917 a 2017. Argumenta que tragedias como las guerras mundiales, el asesinato de John F. Kennedy y los atentados del 11 de septiembre de 2001 no son hechos aislados, sino piezas de un rompecabezas diseñado para consolidar el control global. Por ejemplo, dedica un capítulo a la muerte de Kennedy, sugiriendo que su oposición a los intereses de los Illuminati —incluyendo el supuesto descubrimiento de un grupo secreto como MJ-12— lo convirtió en blanco de un sacrificio ritual. Con un estilo vibrante, describe cómo el magnicidio estuvo impregnado de simbolismo masónico, desde la fecha hasta el lugar, invitando al lector a ver más allá de la narrativa oficial. Esta sección no solo busca informar, sino también emocionar, pintando a Kennedy como un mártir en una lucha desigual contra fuerzas oscuras.


El relato se torna aún más intrigante cuando Goodman aborda la muerte de Lady Diana, princesa de Gales, en 1997. Propone que su fallecimiento en un accidente automovilístico en París fue un asesinato orquestado por los Illuminati, posiblemente con la complicidad de la inteligencia británica. Explora las teorías de Mohamed Al-Fayed, padre de Dodi, el compañero de Diana, quien afirmó que la pareja fue eliminada por representar una amenaza al establishment. Goodman detalla cómo el túnel donde ocurrió el choque, el Pont de l’Alma, tiene un significado histórico vinculado a rituales paganos, sugiriendo que la muerte fue un sacrificio planeado. Aunque sus pruebas son circunstanciales, las presenta con una pasión que busca convencer al lector de que hay más en esta tragedia de lo que se ha dicho oficialmente, convirtiendo el episodio en un drama humano cargado de sospecha y misterio.


Otro tema recurrente es el control tecnológico y biológico que los Illuminati supuestamente ejercen sobre la humanidad. Goodman plantea preguntas provocadoras: ¿es el sida un arma creada en laboratorio? ¿Fue la muerte del microbiólogo británico David Kelly, vinculado a armas biológicas, un encubrimiento? ¿Nos implantarán chips para monitorearnos? Con un tono didáctico, explica cómo estas ideas encajan en un plan más amplio para subyugar a la población física, emocional y mentalmente. Dedica espacio a la NASA y sus misiones a Marte, sugiriendo que los Illuminati buscan dominar el espacio como parte de sus ambiciones extraterrestres. Aunque estas afirmaciones carecen de evidencia sólida, el autor las entrelaza con datos históricos y testimonios, como el de Svali, una supuesta desertora de los Illuminati, para darles credibilidad y mantener al lector atrapado en su red de especulaciones.


La obra también examina fenómenos naturales y su posible manipulación. Goodman se pregunta si los seísmos y otros desastres podrían ser provocados artificialmente, una idea que conecta con teorías sobre tecnologías como HAARP. Aunque no ofrece pruebas concluyentes, su narrativa está diseñada para sembrar duda, animando al lector a reconsiderar la casualidad de estos eventos. Esta sección refleja su intención de mostrar que nada en el mundo moderno es lo que parece, desde las crisis sanitarias hasta los avances científicos, todo estaría al servicio de un plan maestro que culminaría en 2017. El atentado del 11 de septiembre, en particular, es presentado como el “pistoletazo de salida” de esta fase final, un evento que, según él, marcó el inicio de una década y media de caos controlado para justificar el Nuevo Orden Mundial.


A lo largo del libro, Goodman adopta un enfoque anímico que busca no solo informar, sino también despertar una reacción visceral. Sus descripciones de los ritos Illuminati, cargadas de imágenes de oscuridad y poder, evocan una mezcla de fascinación y repulsión. Habla de sacrificios humanos, cultos a entidades transdimensionales y una élite que se considera por encima de la moral común, pintando un cuadro que recuerda a las novelas góticas, pero anclado en un contexto contemporáneo. Esta teatralidad es parte de su estrategia: hacer que el lector sienta la urgencia de su mensaje, como si el tiempo para actuar se estuviera agotando. Sin embargo, también reconoce la diversidad de opiniones entre los investigadores que cita, dejando claro que no necesariamente comparte todas las hipótesis, sino que las presenta como un mosaico para ilustrar la complejidad de su tema.


Hacia el final, Goodman reflexiona sobre el impacto de los Illuminati en el siglo XXI y su supuesto triunfo en 2017. Aunque escribe antes de esa fecha, su tono es profético, advirtiendo que la humanidad enfrenta un futuro de control total a menos que despierte. Concluye con una nota de esperanza teñida de desafío: la verdad, aunque resistida al principio, eventualmente se impondrá si hay quienes luchan por ella. Este cierre busca inspirar al lector a cuestionar, investigar y resistir, convirtiendo el libro en una llamada a la acción tanto como en un relato de intriga. Para él, los Illuminati no son solo una sociedad secreta, sino una metáfora del poder desmedido que amenaza la libertad humana, un enemigo invisible que solo puede ser derrotado con conocimiento y valentía.


En términos de estilo, El libro negro de los Illuminati es una obra que combina la rigurosidad de un ensayo con la intensidad de un thriller. Goodman escribe con una prosa directa y apasionada, salpicada de datos históricos y citas que, aunque a veces carecen de fuentes verificables, mantienen el ritmo y la tensión narrativa. Su enfoque didáctico se aprecia en cómo descompone conceptos complejos —como la estructura de Skull & Bones o las conexiones entre el Club Bilderberg y los nazis— para hacerlos accesibles a un público amplio. Sin embargo, su dependencia en testimonios controvertidos y su tendencia a la especulación han generado críticas que lo acusan de sensacionalismo. Para sus defensores, esta audacia es precisamente su fortaleza, una voluntad de ir donde otros no se atreven.


Para el lector actual, el libro ofrece una experiencia dual: es tanto un viaje fascinante por las sombras de la historia como un ejercicio de escepticismo crítico. Aunque muchas de sus predicciones para 2017 no se materializaron de forma evidente, su análisis de las élites y su influencia sigue resonando en un mundo donde la desconfianza hacia el poder está en aumento. El libro negro de los Illuminati no pretende ser una verdad absoluta, sino una provocación, una llave para abrir puertas que la mayoría prefiere mantener cerradas. En sus páginas, Goodman no solo narra una conspiración; invita al lector a convertirse en un detective de su propia realidad, un desafío que sigue vigente casi dos décadas después de su publicación.

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