ADA O EL ARDOR, por VLADIMIR NABOKOV
Vladimir Nabokov es una de las figuras más deslumbrantes y complejas de la literatura universal del siglo XX. Nacido en San Petersburgo en 1899, en el seno de una familia aristocrática y culta, Nabokov creció rodeado de libros, arte y naturaleza, y desde niño mostró una extraordinaria precocidad intelectual. Aprendió inglés y francés antes incluso que el ruso, y su infancia transcurrió entre institutrices extranjeras, juegos de ajedrez y la contemplación de mariposas, pasión que heredó de su padre y que marcaría tanto su vida como su obra. El estallido de la Revolución Rusa obligó a la familia al exilio en 1919, primero a Inglaterra, donde estudió literatura francesa y rusa en el Trinity College de Cambridge, y luego a Alemania y Francia, donde comenzó a forjarse una reputación como escritor en ruso bajo el seudónimo de V. Sirin. La llegada del nazismo lo empujó a Estados Unidos en 1940, donde se nacionalizó y ejerció como profesor universitario en Wellesley y Cornell, al tiempo que alcanzaba la fama mundial con novelas como “Lolita”, “Pálido fuego” y, por supuesto, “Ada o el ardor”. Nabokov fue también un notable lepidopterólogo y ajedrecista, y su vida, marcada por el exilio, la erudición y la pasión estética, se prolongó hasta 1977, año de su muerte en Montreux, Suiza.
“Ada o el ardor”, publicada en 1969, es considerada por muchos críticos y lectores como la obra más ambiciosa y deslumbrante de Nabokov, una auténtica catedral literaria donde el autor despliega todo su virtuosismo verbal, su ironía, su erudición y su capacidad para el juego intelectual. La novela es, en apariencia, una historia de amor prohibido entre Van Veen y su prima Ada, que en realidad es también su hermana, pero bajo esta superficie escandalosa y apasionada se esconde una reflexión profunda sobre el tiempo, la memoria, el deseo y la identidad. Ambientada en un universo alternativo, Antiterra, que es a la vez un espejo deformado y paródico de la Tierra, la novela mezcla géneros y registros: es saga familiar, tratado filosófico, novela de formación, parodia de la literatura decimonónica y, sobre todo, un festín de referencias literarias, científicas y culturales.
El relato sigue la vida de Van y Ada desde la infancia hasta la vejez, y a través de sus encuentros y separaciones, Nabokov explora la intensidad del amor incestuoso, la voluptuosidad del recuerdo y la imposibilidad de fijar el pasado. El tiempo, que en la novela es tanto lineal como circular, se convierte en un personaje más: los protagonistas viven obsesionados por la reconstrucción de los momentos compartidos, por la búsqueda del paraíso perdido de la infancia y por la lucha contra el olvido. Nabokov utiliza una prosa exuberante, llena de juegos de palabras, alusiones intertextuales, descripciones sensuales y digresiones filosóficas, que convierten la lectura en una experiencia hipnótica y desafiante. El lector se ve arrastrado por una corriente de imágenes, emociones y pensamientos donde la frontera entre realidad y ficción, entre sueño y vigilia, se vuelve cada vez más difusa.
Uno de los aspectos más fascinantes de “Ada o el ardor” es su carácter de novela total: en sus páginas caben la ciencia y la poesía, la historia y la botánica, la metafísica y la sátira social. Nabokov se divierte parodiando a Tolstói, a Proust, a Freud y a los grandes novelistas rusos y franceses, pero también se entrega a la exploración de los grandes temas de la condición humana: el amor absoluto, la fugacidad de la vida, la construcción de la memoria, la identidad múltiple y la naturaleza del arte. La novela es, en este sentido, una meditación sobre el poder de la literatura para crear mundos, para desafiar el tiempo y para dar forma a la experiencia.
Entre las citas más memorables del libro, destaca: “El ardor es la memoria del deseo, y el deseo es la memoria del ardor.” En esta frase se condensa la obsesión central de la novela: la imposibilidad de separar el deseo del recuerdo, la manera en que el amor se alimenta de la evocación y la nostalgia. Otra cita esencial es: “La felicidad es la anticipación de la felicidad.” Aquí Nabokov juega con la paradoja del tiempo: lo que nos hace felices no es tanto la posesión como la espera, el anhelo, la promesa de un instante perfecto que nunca se deja atrapar del todo. Una tercera reflexión, de tono irónico y melancólico, afirma: “La vida es solo una breve interrupción de la nada.” Esta sentencia resume la visión existencial de la novela: la vida, con toda su intensidad y su belleza, es un paréntesis efímero en el vacío, y solo el arte y el amor pueden salvarnos, aunque sea momentáneamente, del olvido.
Cada una de estas citas revela la profundidad y la ambigüedad de la mirada nabokoviana. La primera subraya la circularidad del deseo y la memoria, la segunda explora la dialéctica entre presente y futuro, y la tercera enfrenta al lector con la fragilidad de la existencia. En todas ellas late la convicción de que la literatura, como el amor, es un acto de resistencia contra el tiempo y la muerte, un intento de fijar lo efímero y de transformar la experiencia en belleza.
“Ada o el ardor” es, en definitiva, una obra monumental, exigente y deslumbrante, que desafía al lector a perderse en sus laberintos y a dejarse seducir por su música verbal. Nabokov logra aquí la hazaña de crear un universo propio, donde el lenguaje es a la vez espejo y laberinto, y donde cada página es una invitación al asombro, a la reflexión y al goce estético. Leer “Ada o el ardor” es adentrarse en un mundo donde el tiempo se pliega y se despliega, donde el amor es absoluto y peligroso, y donde la literatura se convierte en la más alta forma de la vida. Nabokov, con su genio y su ironía, nos recuerda que el verdadero arte no ofrece respuestas fáciles, sino que multiplica las preguntas y nos invita a mirar el mundo con ojos nuevos, siempre atentos al misterio y al milagro de la existencia.
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