jueves, 12 de junio de 2025

PARIS EN EL SIGLO XX, por JULIO VERNE

 


PARIS EN EL SIGLO XX, por JULIO VERNE



Julio Verne, cuyo nombre completo es Jules Gabriel Verne, nació el 8 de febrero de 1828 en Nantes, Francia, y falleció el 24 de marzo de 1905 en Amiens. Desde pequeño mostró una fuerte inclinación por la aventura y la exploración, influido por su entorno familiar y su curiosidad intelectual. Realizó sus estudios iniciales en el seminario de Saint-Donatien y más tarde se trasladó a París para estudiar Derecho, aunque pronto abandonó la abogacía para dedicarse a la literatura. En la capital francesa, Verne se relacionó con destacados escritores como Víctor Hugo y Alejandro Dumas, lo que le permitió integrarse en los círculos literarios de la época. Es reconocido mundialmente como uno de los padres de la ciencia ficción y un pionero de la novela de aventuras, gracias a su capacidad para anticipar avances científicos y tecnológicos en obras como "Viaje al centro de la Tierra", "Veinte mil leguas de viaje submarino", "La vuelta al mundo en ochenta días" y "De la Tierra a la Luna". Su legado ha influido profundamente en la literatura universal y en la visión popular de la ciencia y el futuro.

"París en el siglo XX" es una novela atípica dentro de la obra de Verne, escrita en 1863 pero publicada más de un siglo después, en 1994, tras haber sido rechazada inicialmente por su editor por considerarla demasiado pesimista. Esta obra es considerada una de las primeras distopías literarias y revela una faceta menos conocida del autor, marcada por el escepticismo ante el progreso tecnológico y sus consecuencias sobre la cultura y la sensibilidad humana.

La historia sigue a Michel Dufrenoy, un joven poeta y humanista que vive en un París futurista del año 1960, completamente dominado por la tecnología, el comercio y la burocracia. En esta sociedad, las humanidades han sido desplazadas por la ciencia aplicada y la utilidad práctica: el latín y el griego han desaparecido de la educación, y los grandes autores clásicos como Victor Hugo y Balzac son desconocidos. La literatura y el arte han quedado relegados a la irrelevancia. Michel, incapaz de adaptarse a este mundo, busca sin éxito un editor para sus versos y encuentra consuelo únicamente en la biblioteca de su tío Huguenin, donde los libros clásicos se conservan como reliquias de un pasado olvidado.

El desarrollo de Michel es el de un inadaptado, un testigo melancólico de la desaparición de la sensibilidad artística en una sociedad que solo valora la eficiencia y el rendimiento económico. Los personajes secundarios, como el tío Huguenin, representan la resistencia nostálgica ante la pérdida de la cultura humanística, mientras que la mayoría de los habitantes de París encarnan la indiferencia y la alienación propias de una civilización tecnocrática. La novela está impregnada de un humor irónico y devastador, y destaca por anticipar con asombrosa precisión inventos como el motor de explosión, el fax y la fabricación industrial de papel, así como por su crítica a la mercantilización del arte y la cultura.

Entre los pasajes más destacados se encuentra la visita de Michel a una librería donde pide obras de Victor Hugo y recibe como respuesta la ignorancia total de los vendedores, quienes solo ofrecen manuales técnicos y poesía científica. Otro capítulo memorable es el recorrido por la biblioteca del tío Huguenin, donde se lamenta que "estos grandes genios están fuera de juego" y que la lengua francesa ha sido invadida por tecnicismos y anglicismos, perdiendo su riqueza y elegancia originales. Frases como "nadie leía ya, cuando menos todo el mundo sabía leer" resumen la esencia de la crítica de Verne a una sociedad que ha sacrificado la profundidad cultural en aras de la superficialidad técnica.

La recepción de "París en el siglo XX" ha sido sorprendentemente positiva, tanto por su valor literario como por su capacidad de anticipación. La crítica ha resaltado la lucidez con que Verne previó la deshumanización y la marginación de las humanidades en la era industrial y digital, así como la vigencia de sus advertencias sobre los riesgos de subordinar la experiencia humana a la lógica de la eficiencia y el mercado. Hoy, la obra es considerada un testimonio fundamental para comprender las tensiones entre el progreso tecnológico y el desarrollo espiritual, y su legado reside en iluminar las contradicciones de la modernidad y la persistente actualidad de sus preocupaciones sobre el futuro de la cultura.



 

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