domingo, 8 de junio de 2025

MARXISMO Y FEMINISMO, por HERBERT MARCUSE

  

MARXISMO Y FEMINISMO, por HERBERT MARCUSE



Herbert Marcuse, uno de los filósofos más influyentes del siglo XX, nació en Berlín en 1898, en una época de agitación intelectual y política que marcaría profundamente su pensamiento. Su formación inicial en literatura y filosofía lo llevó a la Universidad de Friburgo, donde fue discípulo de Edmund Husserl y más tarde de Martin Heidegger, de quien heredó un enfoque crítico pero con el tiempo también marcó distancia. Marcuse fue parte esencial de la llamada Escuela de Frankfurt, junto a figuras como Theodor Adorno y Max Horkheimer, un colectivo de pensadores que analizó la cultura, la economía y la política bajo la luz del marxismo y el psicoanálisis. Con el ascenso del nazismo en Alemania, Marcuse emigró a Estados Unidos, donde desarrolló gran parte de su carrera académica. Allí, se consolidó como un referente del pensamiento crítico, sobre todo en los años sesenta, cuando su obra influyó notablemente en los movimientos estudiantiles, pacifistas y feministas. En sus escritos se conjugan el rigor filosófico, el análisis político y una profunda sensibilidad hacia las formas de dominación que persisten bajo las apariencias de libertad en las sociedades modernas.

En su obra Marxismo y feminismo, Marcuse propone una reflexión revolucionaria y provocadora sobre la necesidad de articular ambos movimientos no solo como aliados estratégicos, sino como dimensiones inseparables de una misma lucha por la emancipación humana. El texto, que nace de una conferencia pronunciada en 1974, representa una de las intervenciones más lúcidas de su etapa final, cuando sus preocupaciones filosóficas se centraban cada vez más en las posibilidades de una transformación radical de la sociedad desde sus cimientos culturales y afectivos. Marcuse reconoce que el movimiento feminista no puede reducirse a una reivindicación de igualdad formal dentro del sistema capitalista. Por el contrario, afirma que la liberación de la mujer contiene el potencial más profundo de subversión cultural, al cuestionar no solo las estructuras económicas, sino también los modos de sentir, pensar y desear impuestos por el patriarcado.

Lo que hace singular este ensayo es la capacidad de Marcuse para vincular la teoría del deseo con la crítica social. Desde su lectura de Freud, considera que el capitalismo patriarcal impone un “principio de realidad” represivo, orientado hacia la productividad, el dominio y la racionalidad instrumental. El feminismo, en cambio, introduce un principio diferente: uno que valora la sensibilidad, la cooperación, el placer, el cuidado, y que apunta hacia una transformación no solo de las relaciones sociales, sino también de la subjetividad. En ese sentido, el feminismo representa para Marcuse una forma de “resistencia instintiva”, una insurgencia de la vida contra los mecanismos de opresión que moldean incluso nuestros impulsos más íntimos.

La tesis central del libro puede sintetizarse así: no puede haber revolución socialista verdadera sin revolución feminista, porque el patriarcado no es una capa añadida al capitalismo, sino una de sus estructuras fundamentales. Al mismo tiempo, el feminismo que no cuestione el orden económico corre el riesgo de ser cooptado por el sistema que dice combatir. Marcuse advierte, con su estilo filosófico y comprometido, que el gran desafío es transformar la conciencia instintiva, lo que implica cambiar la manera en que se construyen las identidades de género, se educa el deseo y se entienden las relaciones humanas. Por eso insiste en la necesidad de superar la dicotomía masculino/femenino, no negando las diferencias, sino liberándolas de su carga jerárquica y represiva. Imaginar una sociedad andrógina, no en el sentido biológico sino cultural, es para él una utopía liberadora, donde los valores tradicionalmente “femeninos” como la ternura, la empatía y el cuidado dejen de ser marginalizados y puedan convertirse en el fundamento de una nueva civilización.

Entre los pasajes más memorables del libro, destaca uno que encierra su visión crítica y esperanzada: “En este movimiento está contenida la imagen no solo de nuevas instituciones sociales, sino también de un cambio en la conciencia instintiva de hombres y mujeres, libres de los requisitos de dominación y explotación.” Esta afirmación señala que el feminismo no es solo una lucha política o económica, sino una revolución del alma. Otro fragmento esencial expresa: “La liberación de la mujer implica la construcción de una sociedad gobernada por otro principio de realidad, en la que la dicotomía masculino-femenino sea superada.” Aquí, Marcuse nos invita a pensar que las categorías que estructuran nuestra vida cotidiana son históricas y, por tanto, susceptibles de transformación. No se trata de negar las diferencias, sino de reorganizar la cultura desde una lógica no patriarcal.

En el conjunto de su obra, Marxismo y feminismo brilla por su brevedad densa y por su valentía teórica. Es un texto que interpela tanto al movimiento socialista como al movimiento feminista, señalando los puntos ciegos de cada uno y proponiendo una síntesis que no es simple superposición, sino una fusión transformadora. La propuesta de Marcuse va más allá de las categorías económicas o los programas de reforma. Su mirada es filosófica y poética a la vez: imagina un mundo donde el eros no sea suprimido ni instrumentalizado, sino liberado; donde la sensibilidad no sea relegada a la esfera privada, sino celebrada como fuerza estructurante de lo político; donde la feminidad deje de ser un rol impuesto y se vuelva una cualidad humana compartida.

Leer este ensayo es entrar en un espacio de pensamiento que desafía los límites del presente. Marcuse no nos ofrece soluciones listas para aplicar, sino interrogantes que atraviesan el corazón mismo del sistema. Al hacerlo, abre un horizonte ético y estético, donde la política se vuelve inseparable del deseo y la transformación social se concibe como un arte de vivir. Su texto sigue vigente porque no se conforma con denunciar la injusticia: invita a imaginar otra forma de existencia, otro modo de ser humanos más allá del mandato de la producción, la competencia y la dominación.

La actualidad de Marxismo y feminismo no se limita al campo académico. Sus intuiciones resuenan hoy en los debates sobre el trabajo de cuidados, las nuevas masculinidades, las luchas trans y el ecofeminismo. La fuerza de su pensamiento radica en que no se contenta con mejorar el mundo tal como es, sino que apunta a cambiar lo que consideramos posible. Por eso, su voz sigue siendo una guía para quienes creen que la emancipación no puede lograrse sin una transformación radical de la cultura, del cuerpo, del deseo y de los afectos.

En definitiva, este breve pero profundo texto de Herbert Marcuse es mucho más que una disertación sobre teoría política. Es una invitación a pensar la revolución no solo en términos de poder, sino también de sensibilidad. Nos recuerda que cambiar el mundo no es solo una cuestión de programas, sino de amor, de imaginación y de libertad interior. En esa intersección entre el marxismo y el feminismo, Marcuse encuentra la semilla de una humanidad reconciliada consigo misma, y su lectura, lejos de ser una reliquia del pasado, sigue iluminando las grietas por donde puede surgir un futuro verdaderamente nuevo.


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