domingo, 8 de junio de 2025

LAS MÁSCARAS DE DIOS: MITOLOGÍA ORIENTAL, por JOSEPH CAMPBELL

  

LAS MÁSCARAS DE DIOS: MITOLOGÍA ORIENTAL, por JOSEPH CAMPBELL




Joseph Campbell fue un pensador excepcional, dotado de una sensibilidad intelectual que desbordaba las fronteras académicas tradicionales. Nacido en 1904 en Nueva York, creció en una familia católica de ascendencia irlandesa y desde muy temprano mostró un interés apasionado por los mitos, los cuentos populares y las religiones del mundo. Estudió literatura en Columbia University, pero su verdadera formación fue una aventura transcontinental que lo llevó por Europa y Asia, y que lo sumergió en las tradiciones espirituales de Oriente y Occidente. Aprendió sánscrito, francés, alemán y japonés, no como simple afán lingüístico, sino como vía de acceso al alma de los pueblos. De regreso a Estados Unidos, se convirtió en profesor del Sarah Lawrence College, donde por décadas inspiró a generaciones de estudiantes a ver la vida como un viaje mítico, no muy distinto del que emprenden los héroes de las grandes epopeyas. Su obra, influida por Jung, Freud, Thomas Mann, James Joyce y por el pensamiento hindú y budista, ha transformado la comprensión contemporánea del mito. No fue solo un estudioso del pasado, sino un puente hacia una forma de ver la existencia en clave simbólica. La serie de cuatro volúmenes titulada Las máscaras de Dios es quizás su proyecto más ambicioso: una historia comparada de la mitología que propone una visión unificadora del imaginario humano.

Las máscaras de Dios: Mitología oriental, segundo volumen de esta serie monumental, es un recorrido profundo por las formas que adopta la experiencia mítica en las civilizaciones del Este de Asia y el subcontinente indio. A diferencia del pensamiento occidental, marcado por la linealidad, la culpa y la redención, las mitologías orientales proponen una visión cíclica del tiempo, donde el nacimiento, la muerte y la reencarnación son fases naturales de un proceso eterno. Campbell comienza con la India, cuna de una tradición espiritual que desde los Vedas hasta el budismo despliega una vasta red simbólica. La noción de Brahman como alma universal, el Atman como alma individual, y el concepto de maya como ilusión cósmica son presentados no como curiosidades exóticas, sino como estructuras de pensamiento vivas que han modelado la conciencia de millones de personas durante milenios.

En este contexto, Campbell no se limita a describir los mitos; los interpreta, los vive, los traduce para el lector contemporáneo. Nos habla de Krishna, Shiva, Vishnu, de los grandes ciclos épicos del Mahabharata y el Ramayana, y muestra cómo cada uno de estos relatos no es simplemente una historia antigua, sino una cartografía interior. La batalla entre el deber y el deseo, entre el ego y la totalidad, se representa tanto en los campos de Kurukshetra como en la mente de cualquier ser humano moderno. La espiritualidad hindú es leída por Campbell como una mitología de la trascendencia, cuyo fin último es la liberación del yo ilusorio y el reencuentro con lo absoluto.

El viaje continúa hacia China, donde el pensamiento taoísta y confuciano modelan una visión más armónica y pragmática de la existencia. Aquí, el mito no busca escapar del mundo, sino vivir en equilibrio con él. El Tao, esa fuerza que no puede ser nombrada pero que todo lo rige, aparece como una presencia sutil, silenciosa, que organiza el cosmos sin imponerse. Las figuras de Lao-Tsé, el I Ching, los dragones celestiales y los sabios retirados en las montañas transmiten una visión serena, donde la sabiduría es sinónimo de fluidez. En esta parte, Campbell demuestra una aguda capacidad de síntesis: logra mostrar cómo los arquetipos orientales, aunque distintos en forma a los occidentales, responden a las mismas necesidades psicológicas y existenciales.

Japón y el Tíbet ocupan un lugar destacado en el último tramo del libro. En Japón, el sintoísmo, con su veneración a los kami y su respeto por lo sagrado en la naturaleza, convive con el budismo zen, que disuelve los dualismos y propone una experiencia inmediata de la realidad. Campbell explora la estética del silencio, la ceremonia del té, la poesía haiku y los mitos fundacionales del archipiélago nipón con una delicadeza que raya en la contemplación. En el Tíbet, el budismo tántrico alcanza niveles de simbolismo extraordinario. La figura del mandala como mapa del universo interior, la imagen de los bodhisattvas como arquetipos de compasión y sabiduría, y la práctica de la meditación como rito de paso espiritual, revelan una cultura en la que lo sagrado no es una idea abstracta, sino una práctica encarnada.

Uno de los logros más notables de este volumen es que Campbell no exotiza el Oriente, ni lo idealiza ni lo trivializa. Lo respeta. Lo escucha. Lo traduce con precisión sin empobrecerlo. Para él, los mitos orientales no son reliquias de un mundo desaparecido, sino manifestaciones vivas de una visión de la realidad en la que el ego no ocupa el centro del universo, sino que busca disolverse en el todo. La lectura de este libro es transformadora no porque imponga un dogma, sino porque abre una puerta. Campbell nos invita a repensar el lugar del ser humano en el cosmos y a descubrir que bajo las formas cambiantes de dioses y héroes, hay una estructura común de aspiración, de anhelo, de despertar.

Algunas de las frases que mejor resumen la profundidad de su pensamiento merecen destacarse. “La mitología oriental examina el tiempo como un río que circula sin fin, donde muerte y renacimiento son caras de la misma moneda.” Esta sentencia condensa la diferencia clave entre Oriente y Occidente: mientras el primero abraza la eternidad del retorno, el segundo se aferra a una historia lineal que culmina en un juicio o redención. Otra cita esencial reza: “El mito no es un cuento infantil, sino el lenguaje secreto del alma humana que reside en lo más profundo del inconsciente colectivo.” Aquí se hace eco del pensamiento junguiano, y se reafirma la función psíquica del mito como vehículo de integración, sanación y comprensión de las fuerzas invisibles que nos constituyen. Y, quizá la más poderosa: “Las máscaras cambian, pero el rostro detrás de ellas es siempre el mismo.” Es decir, la diversidad mitológica no es prueba de separación, sino de unidad bajo distintas apariencias.

Las máscaras de Dios: Mitología oriental no es solo un ensayo académico ni una recopilación erudita de tradiciones. Es un mapa espiritual, una invitación a mirar con nuevos ojos los símbolos que han guiado a civilizaciones enteras. Campbell no busca convertir al lector, sino despertarlo. Leerlo es comenzar a intuir que los grandes relatos de la humanidad no nos hablan desde el pasado, sino desde lo más hondo de nuestro ser. En estos mitos orientales, con sus dioses danzantes, sus ciclos infinitos y sus caminos de liberación, encontramos no una cultura ajena, sino una forma distinta de nombrar lo que también nos habita. Lo sagrado, lo simbólico y lo eterno se nos revelan no como conceptos lejanos, sino como parte de nuestra propia narrativa vital. Así, el mito, bajo las máscaras cambiantes del tiempo y la geografía, sigue cumpliendo su función: recordarnos quiénes somos en lo más profundo.



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