Baruch de Espinosa (1632-1677) fue un filósofo neerlandés de origen sefardí, es decir, descendiente de los judíos expulsados de España y Portugal en el siglo XV. Sus padres fueron comerciantes que se establecieron en Ámsterdam, donde había una comunidad judía tolerada por las autoridades holandesas. Espinosa recibió una educación religiosa en la sinagoga, pero también se interesó por la filosofía, la ciencia y las lenguas clásicas. Estudió las obras de Descartes, Hobbes, Bacon y otros pensadores modernos, y desarrolló sus propias ideas sobre la naturaleza de Dios, el mundo y el ser humano.
Sin embargo, sus opiniones no fueron bien recibidas por sus correligionarios, que lo acusaron de herejía y ateísmo. En 1656, fue excomulgado por la comunidad judía, lo que significaba que nadie podía hablarle ni relacionarse con él. Espinosa tuvo que abandonar su hogar y vivir en diferentes ciudades de Holanda, donde se dedicó a pulir lentes para ganarse la vida. También mantuvo correspondencia con otros filósofos y amigos, y escribió varios tratados sobre temas políticos, religiosos y éticos. Su obra más importante fue Ética demostrada según el orden geométrico, que terminó poco antes de morir de tuberculosis a los 44 años. El libro no se publicó hasta después de su muerte, porque era considerado muy peligroso y subversivo por las autoridades eclesiásticas y civiles.
Ética es un libro único en la historia de la filosofía, tanto por su forma como por su contenido. Espinosa quiso exponer su sistema filosófico siguiendo el método geométrico de Euclides, es decir, partiendo de definiciones, axiomas y postulados, y deduciendo de ellos proposiciones demostradas con rigor lógico. El libro está dividido en cinco partes: De Dios, De la naturaleza y el origen del alma, Del origen y la naturaleza de los afectos, De la servidumbre humana o de las fuerzas de los afectos, y De la potencia del entendimiento o de la libertad humana. En cada parte hay una serie de definiciones (D), axiomas (A), postulados (P), proposiciones (P), demostraciones (Dem), escolios (E), lemas (L) y corolarios (C).
En la primera parte, Espinosa expone su concepción de Dios como la única sustancia infinita que existe por sí misma y que se expresa en infinitos atributos o modos. Entre estos atributos están el pensamiento y la extensión, que son los únicos que podemos conocer con nuestra mente y con nuestros sentidos. Espinosa identifica a Dios con la naturaleza (natura naturans), y a los modos con las cosas particulares que existen en ella (natura naturata). Para Espinosa, no hay diferencia entre Dios y el mundo, sino que todo es una manifestación de su poder infinito. Por eso se le ha llamado panteísta o panteísta-modista.
En la segunda parte, Espinosa trata del alma humana como un modo del atributo del pensamiento. El alma es la idea del cuerpo humano como un modo del atributo de la extensión. El cuerpo humano es un compuesto de muchas partes simples que se mueven según leyes físicas. El alma es el conocimiento que tenemos de nuestro cuerpo y sus afecciones o cambios. Espinosa distingue tres tipos de conocimiento: el imaginario o confuso, basado en los sentidos y las opiniones; el racional o claro y distinto, basado en las ideas comunes o universales; y el intuitivo o inmediato, basado en la intuición o visión directa de la esencia de las cosas.
En la tercera parte, Espinosa analiza los afectos o pasiones del alma, que son las modificaciones que sufre por la acción de otros cuerpos o ideas. Los afectos son de dos tipos: activos o pasivos, según que el alma sea causa o efecto de ellos. Los afectos pasivos son los que nos hacen sufrir y nos impiden actuar libremente, como el amor, el odio, la alegría, la tristeza, el miedo, la esperanza, etc. Los afectos activos son los que nos hacen gozar y nos permiten actuar según nuestra naturaleza, como la generosidad, la amistad, la fortaleza, etc. Espinosa define el bien y el mal como lo que aumenta o disminuye nuestra potencia de existir y actuar.
En la cuarta parte, Espinosa explica la servidumbre humana como el estado en que el alma está dominada por los afectos pasivos y no puede seguir su propia razón. La servidumbre es la causa de la ignorancia, el error, el vicio, la superstición y la infelicidad. Espinosa critica las falsas nociones de Dios, del libre albedrío, de la virtud y del pecado, que nos hacen creer que somos independientes de la naturaleza y que podemos ser premiados o castigados por ella. Espinosa sostiene que todo lo que ocurre es necesario y determinado por las leyes de Dios o de la naturaleza, y que no hay nada contingente ni casual.
En la quinta parte, Espinosa muestra el camino para liberarse de la servidumbre y alcanzar la felicidad. La liberación consiste en pasar de los afectos pasivos a los activos, mediante el conocimiento racional e intuitivo de Dios o de la naturaleza. El conocimiento nos hace comprender las causas de las cosas y sus relaciones necesarias, y nos hace amar a Dios con un amor intelectual que es eterno e inmutable. El amor a Dios es el fin supremo de la vida humana y la fuente de la alegría y la paz. Espinosa concluye su obra con una frase célebre: "Todo lo excelente es tan difícil como raro".
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