EL PANOPTICO, por JEREMIAS BENTHAM
Jeremy Bentham, nacido en Londres en 1748 y fallecido en 1832, fue un filósofo, jurista y reformador social cuyo intelecto precoz y audacia intelectual lo convirtieron en una figura seminal del pensamiento moderno. Niño prodigio que aprendió latín a los cuatro años y se graduó de Oxford a los quince, Bentham desafió las convenciones de su tiempo con una mente que no aceptaba verdades sin escrutinio. Padre del utilitarismo, su principio de “la mayor felicidad para el mayor número” redefinió la ética y la política, influenciando desde leyes penales hasta la economía. Su vida, sin embargo, no fue solo teoría: obsesionado con reformar las prisiones, invirtió su fortuna en el diseño del Panóptico, una idea que, aunque nunca se construyó, marcó un hito en las teorías del poder y la vigilancia. Autor prolífico, sus escritos, como Introducción a los principios de la moral y la legislación, destilan una visión práctica y visionaria, mientras su relación con figuras como James Mill lo conectó con las corrientes filosóficas de su era. Bentham, ateo y humanitario, dejó un legado que aún resuena, no solo en aulas, sino en nuestra comprensión del control social.
El Panóptico, escrito en 1787 y publicado en forma de cartas, es una obra que trasciende su aparente simplicidad técnica para convertirse en una meditación inquietante sobre la naturaleza del poder. Bentham, con la precisión de un arquitecto y la perspicacia de un filósofo, propone una prisión ideal: un edificio circular donde las celdas rodean una torre central desde la cual un solo inspector, invisible para los presos, puede vigilar a todos sin ser visto. La genialidad de la idea radica en su economía moral: los reclusos, conscientes de que podrían estar siendo observados en cualquier momento, interiorizan la vigilancia, convirtiéndose en sus propios carceleros. Pero el Panóptico no es solo una cárcel; Bentham lo imagina como un modelo adaptable a fábricas, hospitales, escuelas, incluso manicomios, un sistema donde la eficiencia y el control se entrelazan en una danza perturbadora. Con una prosa que mezcla detalle práctico y fervor reformista, describe cada elemento del diseño: las celosías que ocultan al vigilante, las celdas abiertas a la mirada omnipresente, el juego de luces que refuerza la ilusión de una presencia constante.
Lo que hace adictiva esta obra es su capacidad para revelar, bajo la superficie de un tratado penitenciario, una verdad universal sobre la vigilancia y la obediencia. Bentham no solo diseña una estructura; construye una metáfora viva que anticipa debates modernos sobre la privacidad y el poder. Aunque el Panóptico nunca se materializó, su sombra se proyecta en nuestra era de cámaras, redes sociales y datos omnipresentes, donde todos, de algún modo, vivimos bajo un ojo que no vemos. La narrativa, aunque densa en detalles arquitectónicos, está impregnada de una energía casi obsesiva, la de un hombre que creía poder resolver el caos social con una idea. Publicado en ediciones como la de Quadrata en 2004, el libro invita al lector a reflexionar: ¿es el Panóptico una utopía de orden o una distopía de control absoluto? Cada página nos confronta con esta pregunta, haciendo imposible soltar el texto sin sentir que, tal vez, ya estamos dentro de sus muros translúcidos.
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