CUENTOS DE CANTERBURY, por GEOFFREY CHAUCER
Geoffrey Chaucer, nacido en Londres hacia 1343, es reconocido como el padre de la literatura inglesa y una de las figuras más influyentes del Medioevo europeo. Hijo de un comerciante acomodado y educado en la escuela de gramática latina de la catedral de San Pablo, Chaucer se movió pronto en los círculos cortesanos, sirviendo como paje y escudero en la corte de Eduardo III. Su vida estuvo marcada por la variedad de oficios que desempeñó: fue diplomático, funcionario de aduanas, miembro del Parlamento y, sobre todo, un observador agudo de la sociedad de su tiempo. Sus viajes por Europa y su contacto con las grandes corrientes culturales del continente enriquecieron su visión del mundo y su dominio de las letras. Casado con Philippa Roet, dama de compañía de la reina, Chaucer supo combinar su carrera administrativa con una producción literaria que revolucionó la lengua inglesa, al optar por escribir en el vernáculo en lugar del latín o el francés, lenguas predominantes en la literatura de la época. Su muerte en 1400 marcó el inicio de una leyenda literaria, siendo el primer poeta enterrado en el Rincón de los Poetas de la Abadía de Westminster.
“Cuentos de Canterbury” es la obra cumbre de Chaucer y una de las joyas indiscutibles de la literatura universal. Concebida entre 1386 y 1400, la colección reúne a un grupo heterogéneo de peregrinos —caballeros, monjas, comerciantes, molineros, médicos, esposas y frailes, entre otros— que se encuentran en la taberna Tabard de Southwark, en Londres, antes de emprender juntos la peregrinación al santuario de Tomás Becket en Canterbury. Para hacer más ameno el viaje, el posadero propone un concurso de relatos: cada peregrino debe contar dos historias de ida y dos de vuelta, aunque Chaucer, en realidad, solo llegó a escribir veinticuatro cuentos antes de su muerte. Esta estructura, inspirada en “El Decamerón” de Boccaccio, permite a Chaucer desplegar un mosaico vibrante de voces, estilos y géneros, desde la sátira y la fábula hasta el romance caballeresco y el sermón moral.
Lo más fascinante de “Cuentos de Canterbury” es su capacidad para capturar la vida y el espíritu de la Inglaterra medieval con una viveza y una ironía que siguen asombrando siglos después. Chaucer retrata a sus personajes con una profundidad psicológica inédita hasta entonces, dotándolos de una humanidad llena de contradicciones, deseos, virtudes y defectos. Cada cuento es un reflejo de la personalidad y las aspiraciones de su narrador, y juntos componen una radiografía social donde la nobleza y la plebe, la piedad y el cinismo, la sabiduría y la picardía se entrelazan en un diálogo incesante. La obra no solo es una fuente inagotable de placer literario, sino también un testimonio invaluable sobre el lenguaje, las costumbres y las tensiones de su época.
Chaucer, con su humor agudo y su mirada compasiva, desafía los estereotipos y se atreve a cuestionar a la Iglesia, la nobleza y las instituciones, sin perder nunca el pulso narrativo ni el deleite por la palabra. “Cuentos de Canterbury” es, en definitiva, una celebración de la diversidad humana y una invitación a escuchar las historias de los otros, a descubrir en cada voz un mundo entero. La obra sigue viva porque, como toda gran literatura, nos habla hoy con la misma frescura, inteligencia y pasión con que fue concebida en la Edad Media.
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