Fiódor Mijáilovich Dostoyevski (Moscú, 1821 - San Petersburgo, 1881) fue uno de los principales escritores de la Rusia zarista, cuya literatura explora la psicología humana en el complejo contexto político, social y espiritual de la sociedad rusa de la segunda mitad del siglo xix. Es considerado uno de los más grandes escritores de Occidente y de la literatura universal.
Educado por su padre, un médico de carácter despótico y brutal, encontró protección y cariño en su madre, que murió prematuramente. Al quedar viudo, el padre se entregó al alcohol, y envió finalmente a su hijo a la Escuela de Ingenieros de San Petersburgo, lo que no impidió que el joven Dostoyevski se apasionara por la literatura y empezara a desarrollar sus cualidades de escritor.
A los dieciocho años, la noticia de la muerte de su padre, torturado y asesinado por un grupo de campesinos, estuvo cerca de hacerle perder la razón. Ese acontecimiento lo marcó como una revelación, ya que sintió ese crimen como suyo, por haber llegado a desearlo inconscientemente.
Al terminar sus estudios, tenía veinte años; decidió entonces permanecer en San Petersburgo, donde ganó algún dinero realizando traducciones. La publicación, en 1846, de su novela epistolar Pobres gentes, que estaba avalada por el poeta Nekrásov y por el crítico literario Belinski, le valió una fama ruidosa y efímera, ya que sus siguientes obras, escritas entre ese mismo año y 1849, no tuvieron ninguna repercusión, de modo que su autor cayó en un olvido total.
En 1849 fue condenado a muerte por su colaboración con determinados grupos liberales y revolucionarios. Indultado momentos antes de la hora fijada para su ejecución, estuvo cuatro años en un presidio de Siberia, experiencia que relataría más adelante en Recuerdos de la casa de los muertos. Ya en libertad, fue incorporado a un regimiento de tiradores siberianos y contrajo matrimonio con una viuda con pocos recursos, Maria Dmítrievna Isáieva.
Tras largo tiempo en Tver, recibió autorización para regresar a San Petersburgo, donde no encontró a ninguno de sus antiguos amigos, ni eco alguno de su fama. La publicación de Recuerdos de la casa de los muertos (1861) le devolvió la celebridad. Para la redacción de su siguiente obra, Memorias del subsuelo (1864), también se inspiró en su experiencia siberiana.
Soportó la muerte de su mujer y de su hermano como una fatalidad ineludible. En 1866 publicó El jugador, y la primera obra de la serie de grandes novelas que lo consagraron definitivamente como uno de los mayores genios de su época, Crimen y castigo.
La presión de sus acreedores lo llevó a abandonar Rusia y a viajar indefinidamente por Europa junto a su nueva y joven esposa, Ana Grigorievna. Durante uno de esos viajes su esposa dio a luz una niña que moriría pocos días después, lo cual sumió al escritor en un profundo dolor. A partir de ese momento sucumbió a la tentación del juego y sufrió frecuentes ataques epilépticos.
Tras nacer su segundo hijo, estableció un elevado ritmo de trabajo que le permitió publicar obras como El idiota (1868) o Los endemoniados (1870), que le proporcionaron una gran fama y la posibilidad de volver a su país, en el que fue recibido con entusiasmo.
Su última novela fue Los hermanos Karamázov (1880), considerada una obra maestra de la literatura universal. Murió al año siguiente, a los 59 años, de una hemorragia pulmonar.
Memorias del subsuelo es una novela corta organizada en dos partes. La primera, titulada "El Subsuelo", consta básicamente de un monólogo interior del protagonista, un miserable funcionario frustrado, antihéroe contradictorio, enfermizo y excitable, que dirige su charla a un público inexistente.
En esta parte, el narrador expone sus puntos de vista sobre la naturaleza humana, la libertad, el racionalismo y la moral. Se presenta como un hombre que ha renunciado a la vida real y se ha refugiado en su "subsuelo", donde se dedica a analizar sus contradicciones y miserias. Critica la sociedad moderna, que pretende basarse en la ciencia y la razón, y defiende el derecho del hombre a actuar irracionalmente, por capricho o por despecho.
La segunda parte, titulada "A propósito del hombre del subsuelo", es una narración de algunos episodios de la vida del protagonista, que ilustran sus reflexiones filosóficas. En ellos se muestra su incapacidad para relacionarse con los demás, su resentimiento, su cobardía y su crueldad.
El primero de estos episodios es el reencuentro con unos antiguos compañeros de escuela, a los que el narrador odia y envidia. Se entera de que van a celebrar una cena de despedida para uno de ellos, que se va a casar, y decide ir sin ser invitado. Allí se comporta de forma grosera y ridícula, intentando llamar la atención y provocar a los demás. Al final de la cena, se pelea con uno de ellos y es expulsado del local.
El segundo episodio es el encuentro con una prostituta llamada Liza, a la que el narrador sigue hasta su casa después de verla en un burdel. Allí le habla con desprecio y cinismo, tratando de humillarla y hacerle ver la miseria de su vida. Sin embargo, también le muestra una carta de su padre, que le pide que vuelva a casa, y le dice que él también es infeliz y solitario. Liza se compadece de él y le da su dirección para que la visite.
El tercer episodio es la visita de Liza al apartamento del narrador, unos días después. Él se siente ofendido por su presencia y le reprocha que haya creído en sus palabras. Le dice que no la ama ni la respeta, que sólo quería divertirse con ella y que no tiene nada que ofrecerle. Liza se siente herida y decepcionada, pero no se rinde y le pide que cambie su forma de ser. El narrador se enfurece y le arroja un billete de cinco rublos, como si fuera una limosna. Liza lo rechaza con dignidad y se marcha.
La novela termina con el narrador arrepentido y angustiado por haber perdido la oportunidad de redimirse con el amor de Liza. Se pregunta si podrá encontrarla de nuevo y si ella lo perdonará. Sin embargo, reconoce que es demasiado orgulloso y cobarde para buscarla y que seguirá viviendo en su "subsuelo".


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