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sábado, 31 de mayo de 2025

LA RIQUEZA DE LAS NACIONES, por ADAM SMITH

 


LA RIQUEZA DE LAS NACIONES, por ADAM SMITH



Nacido en Kirkcaldy, Escocia, en 1723, Adam Smith es considerado el padre de la economía moderna. Hijo de un funcionario público y criado por su madre tras la temprana muerte de su padre, Smith fue un prodigio intelectual desde su juventud. Estudió en la Universidad de Glasgow bajo la tutela del influyente filósofo moral Francis Hutcheson, y posteriormente en Balliol College, Oxford, donde profundizó en la filosofía y las humanidades clásicas. Su pensamiento se vio fuertemente influido por el racionalismo de la Ilustración escocesa, corriente a la que pertenecía, y donde compartió inquietudes con otras mentes brillantes como David Hume.

Smith no fue economista en el sentido técnico que hoy conocemos; fue, ante todo, un filósofo moral. En 1759 publicó La teoría de los sentimientos morales, donde exploró la empatía y la naturaleza ética del ser humano. Sin embargo, sería con An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, publicada en 1776, que revolucionaría para siempre el pensamiento económico. Este monumental tratado, que no sólo sienta las bases del liberalismo económico, sino que también propone una comprensión rigurosa, sistemática y humanista del comercio, el trabajo y la estructura social, fue fruto de años de reflexión, viajes, observación directa y contacto con los principales pensadores de su época.

La riqueza de las naciones no es un libro meramente técnico ni un manual de economía, como erróneamente se puede suponer. Es una obra filosófica que disecciona la sociedad moderna desde sus fundamentos productivos y comerciales. Su enfoque parte de la premisa de que la prosperidad de una nación no depende del oro acumulado en sus arcas, sino de la productividad del trabajo y la libertad con la que los individuos pueden perseguir su propio interés dentro de un marco legal justo.

Smith comienza su tratado con una observación aparentemente simple, pero revolucionaria: la división del trabajo. A través del famoso ejemplo de la fábrica de alfileres, muestra cómo dividir tareas entre varios trabajadores aumenta exponencialmente la eficiencia. Esta idea se convierte en una lente a través de la cual examina el desarrollo de la riqueza nacional. La especialización, según Smith, no solo multiplica la producción, sino que permite el surgimiento de un sistema complejo de intercambios y dependencias mutuas que cohesionan a la sociedad.

En contraposición a los sistemas mercantilistas dominantes en su tiempo, que promovían la intervención estatal y el proteccionismo, Smith defendía la libertad de mercado. Su célebre concepto de la “mano invisible” postula que, al perseguir cada individuo su propio interés, contribuye sin proponérselo al bienestar general. Esta idea, que se ha citado hasta la saciedad, sigue siendo objeto de debates y reinterpretaciones contemporáneas, muchas veces simplificada o distorsionada. En realidad, Smith no abogaba por un mercado sin reglas, sino por un sistema en el que el Estado garantizara la justicia, protegiera la propiedad y facilitara la educación y la infraestructura necesarias para el desarrollo económico.

La obra también aborda temas como el origen y la función del dinero, el papel del capital y la acumulación, la formación de los precios, los salarios, las rentas y los beneficios, y se adentra incluso en la historia económica comparada, criticando el colonialismo y las prácticas monopólicas. Su análisis sobre el papel del Estado es especialmente relevante: para Smith, el gobierno no debe ser empresario ni comerciante, pero sí debe encargarse de funciones esenciales como la defensa nacional, el sistema judicial, las obras públicas y la educación básica. Esta visión matizada de la economía política demuestra su profunda preocupación por la equidad y el bienestar social, lejos del individualismo egoísta con el que a veces se le asocia.

Uno de los aspectos más destacados de La riqueza de las naciones es su capacidad para combinar teoría, historia y observación empírica en un solo discurso. Smith no escribe desde la torre de marfil del teórico abstracto, sino desde la mirada atenta del viajero que ha recorrido mercados, puertos y talleres, y ha conversado con comerciantes, obreros y filósofos. Su estilo, aunque a veces extenso y reiterativo, es claro, preciso y cargado de ejemplos vivenciales. Es, además, un documento histórico que retrata el tránsito de las economías agrarias al capitalismo industrial naciente.

Entre sus reflexiones más penetrantes está la distinción entre valor de uso y valor de cambio, así como la crítica a los privilegios de los gremios y las corporaciones, que impiden la libre competencia. Su advertencia sobre el poder excesivo de los comerciantes, que pueden coludirse para perjudicar al consumidor, anticipa preocupaciones actuales sobre monopolios y concentración económica. Smith comprendía que el mercado necesita vigilancia y reglas para funcionar adecuadamente.

Entre las citas más célebres de la obra, destacan:

“No es de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero de donde esperamos nuestra cena, sino del cuidado que ellos tienen de su propio interés.”

Esta frase resume el núcleo del pensamiento de Smith sobre el interés individual como motor de la cooperación social. La búsqueda del beneficio personal, canalizada por el mercado y las reglas justas, se convierte en una fuerza productiva que beneficia a todos.

“Al dirigir esa industria de tal manera que su producción sea del mayor valor, [el individuo] sólo piensa en su propio beneficio, y en esto, como en muchos otros casos, es guiado por una mano invisible para promover un fin que no era parte de su intención.”

La famosa "mano invisible" no es un llamado a la anarquía del mercado, sino una metáfora de cómo el orden puede surgir del aparente caos, siempre que las condiciones legales e institucionales lo permitan.

“La gran fuente de riqueza y prosperidad en cualquier país es el trabajo productivo, no el oro o la plata acumulados.”

Con esta declaración, Smith rompe con siglos de pensamiento económico basado en la acumulación de metales preciosos y orienta la atención hacia la producción y el trabajo como generadores reales de riqueza.

“Donde hay gran propiedad, hay gran desigualdad. Para uno que posee, hay cientos que no poseen nada.”

Aquí se vislumbra el rostro crítico y ético del autor, consciente de que la economía no puede desligarse de la justicia y que el crecimiento económico no es un fin en sí mismo si no se acompaña de equidad.

La riqueza de las naciones es una obra compleja, rica en matices, que aún hoy inspira y desafía tanto a economistas como a filósofos, historiadores y políticos. Su legado no se reduce a la creación de una ciencia económica, sino a una invitación permanente a pensar el orden social y las condiciones que permiten a los pueblos prosperar con libertad, dignidad y responsabilidad compartida. La claridad de sus ideas, su mirada profundamente humana sobre el trabajo y la cooperación, y su capacidad para entrelazar lo técnico con lo moral hacen de este libro no solo un clásico de la economía, sino una lectura esencial para comprender el mundo moderno.



 

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