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viernes, 23 de mayo de 2025

EL JINETE POLACO, por ANTONIO MUÑOZ MOLINA

 




Desde la luminosa tierra de olivos de Úbeda, Jaén, emerge la figura señera de Antonio Muñoz Molina, un narrador cuya pluma ha cartografiado con precisión y hondura insondables los laberintos de la memoria española y la condición humana. Nacido en mil novecientos cincuenta y seis, su obra, vasta y multipremiada –galardones como el Planeta, el Nacional de Narrativa en dos ocasiones, y el Príncipe de Asturias son apenas destellos de un reconocimiento unánime–, se erige sobre los cimientos de una prosa cuidada hasta el extremo, donde la reflexión sobre el pasado, la identidad y el intrincado oficio de vivir se entrelazan con una maestría que convoca tanto al intelecto como a la emoción. Su trayectoria vital, marcada por Granada, Madrid y Nueva York, espejea en sus ficciones, dotándolas de una pátina de cosmopolitismo sin desarraigarlas de ese sur español que palpita en el corazón de su imaginario. Muñoz Molina no es solo un contador de historias; es un arqueólogo de la conciencia, un testigo lúcido de su tiempo y un orfebre del lenguaje.

Entre su constelación de obras maestras, El Jinete Polaco, publicada en mil novecientos noventa y uno y merecedora de inmediato del Premio Planeta y el Nacional de Narrativa, brilla con una luz particularmente intensa, erigiéndose como un fresco monumental de la España del siglo veinte y una meditación profunda sobre el tejido del tiempo y el amor. La novela nos sumerge en la vida de Manuel, un traductor afincado en Madrid, cuya existencia se ve transfigurada por el encuentro con Nadia, una enigmática mujer polaca. Este encuentro no es solo una historia de amor contemporánea, sino el detonante de un viaje vertiginoso hacia el pasado, hacia la mítica Mágina – trasunto literario de su Úbeda natal – donde se guardan las claves de su propia genealogía y, por extensión, de la historia reciente de un país marcado por la Guerra Civil y sus largas secuelas.

Muñoz Molina, con una arquitectura narrativa de asombrosa complejidad y belleza, entreteje magistralmente los hilos del presente de Manuel y Nadia con los recuerdos de infancia del protagonista en Mágina y las historias de sus antepasados y los de ella, especialmente las de sus respectivos abuelos, el campesino Ramiro y el Comandante Galaz, cuyas vidas discurren paralelas y trágicas durante el conflicto fratricida. La narración se despliega como un álbum de fotografías vivas, donde cada imagen convoca un torrente de sensaciones, diálogos y destinos que se cruzan y se explican mutuamente a través de las décadas. No es una cronología lineal, sino un mosaico de tiempos que dialogan, donde el pasado irrumpe en el presente con la fuerza de lo no resuelto, y el futuro se adivina en las cicatrices de lo vivido.

Lo más relevante de esta epopeya íntima es cómo el autor convierte la memoria en personaje activo, en una fuerza que moldea el presente y dota de sentido al porvenir. El título, aludiendo al célebre cuadro de Rembrandt, simboliza ese viaje incierto y constante a través del tiempo, la búsqueda de la identidad y la conexión humana que trasciende las fronteras y las épocas. La prosa, rica en matices, sensorial y evocadora, nos transporta a los olores, sonidos y texturas de Mágina, a la vez que nos hace partícipes de las reflexiones más íntimas de Manuel sobre el amor, la pérdida y la imperiosa necesidad de contar para comprender. El lenguaje mismo se convierte en un instrumento de indagación, capaz de rescatar del olvido las voces silenciadas y de iluminar las zonas oscuras de la historia familiar y colectiva.

El Jinete Polaco no es solo una novela; es una experiencia lectora inmersiva, un diálogo con la historia a través de las vivencias personales, y un testimonio del poder redentor de la palabra y el afecto. Su lectura es un peregrinaje a las raíces, un acto de justicia poética con aquellos cuyas voces fueron silenciadas, y una celebración de la vida que persiste y florece incluso en los terrenos más áridos. Es, en definitiva, la obra de un maestro que nos recuerda que entender de dónde venimos es fundamental para saber quiénes somos y hacia dónde podemos dirigir nuestros pasos en el intrincado mapa de la existencia.






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