NO ESTAMOS LOCOS, por JOSÉ MIGUEL MONZÓN NAVARRO ( EL GRAN WYOMING )
José Miguel Monzón Navarro, más universalmente conocido por su nombre de guerra escénico, El Gran Wyoming. He aquí una figura poliédrica, un personaje que trasciende las categorías fáciles. Médico de formación, músico por vocación temprana en bandas como Paracelso, y finalmente, consagrado como uno de los comunicadores y humoristas más incisivos y reconocibles del panorama mediático español. Su trayectoria es un fascinante viaje desde la consulta médica hasta el epicentro del debate público, siempre armado con un verbo afilado y una perspectiva crítica que no teme señalar las imposturas del poder. Wyoming no es simplemente un cómico; es un cronista satírico de nuestro tiempo, un paladín de la ironía como herramienta de disección social, cuya longevidad en la televisión es testimonio de una inteligencia aguda y una capacidad única para conectar con el sentir de una parte significativa de la audiencia, esa que busca algo más que mero entretenimiento.
Su salto a la escritura no es un capricho, sino una extensión natural de su labor en pantalla. En sus libros, como en sus programas, se percibe la misma mirada descreída pero comprometida, el mismo humor que a menudo esconde una profunda indignación, la misma voluntad de agitar conciencias. No escribe desde la torre de marfil del literato tradicional, sino desde la trinchera del comentario de actualidad, utilizando la palabra impresa para ahondar en las reflexiones que el ritmo televisivo apenas permite esbozar. Su prosa suele ser directa, coloquial en el mejor sentido, accesible pero cargada de intención, buscando la complicidad del lector que comparte su perplejidad o su enfado ante las derivas de la sociedad contemporánea. Es, en esencia, un traductor del sentir popular crítico al lenguaje del ensayo humorístico.
"No estamos locos" se erige como un manifiesto, un grito lúcido en medio del desconcierto generalizado que marcó los años de la crisis económica y el desencanto político en España. El título mismo es una declaración de principios: frente a un sistema que parece haber perdido el rumbo, donde las decisiones políticas y económicas desafían la lógica y el bienestar común, Wyoming argumenta que la locura no reside en los ciudadanos que observan atónitos, sino en las estructuras de poder que generan ese caos. El libro funciona como una radiografía mordaz de una época, un diagnóstico implacable de los males que aquejaban –y quizás aún aquejan– al país: la corrupción endémica, la ineptitud política, la voracidad de ciertos sectores financieros, la manipulación mediática y la creciente brecha de desigualdad social.
A través de sus páginas, Wyoming despliega su arsenal característico: la ironía punzante, el sarcasmo como bisturí, la anécdota reveladora y el dato demoledor presentado sin ambages. No se trata de un análisis académico sesudo, sino de una crónica apasionada y a menudo hilarante, que busca desmontar el discurso oficial y poner nombre y apellidos a los responsables del desaguisado. El autor se dirige directamente al lector, interpelándolo, compartiendo su propia indignación y buscando validar esa sensación de extrañeza e impotencia que muchos experimentaban. Es un ejercicio de catarsis colectiva, donde la risa, aunque amarga, actúa como un mecanismo de defensa y de afirmación de la cordura frente al disparate institucionalizado.
Lo más destacable de "No estamos locos" es precisamente esa capacidad para conectar con un sentimiento muy extendido de frustración y perplejidad, dándole voz y articulándolo con ingenio y contundencia. No ofrece soluciones mágicas, pero sí un espejo crítico en el que reconocer las contradicciones y absurdos de la realidad circundante. La fuerza del libro reside en su honestidad brutal, en su negativa a aceptar eufemismos o justificaciones vacías. Es la mirada de Wyoming, afilada y sin concesiones, puesta al servicio de una ciudadanía que se sentía –y quizás se siente– desorientada y maltratada por quienes debían velar por el bien común. Una lectura que, bajo su capa de humor irreverente, invita a una reflexión profunda sobre el estado de las cosas y la necesaria defensa de la razón y la dignidad frente a la sinrazón del poder.
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