EL FASCISMO, por BENITO MUSSOLINI
Nacido en 1883 en Predappio, provincia de Forlì, Benito Mussolini fue una de las personalidades políticas más influyentes y controvertidas de la Italia moderna. Hijo de un herrero con inclinaciones socialistas y una maestra de profundas convicciones católicas, su formación intelectual estuvo marcada por un temprano activismo político dentro del movimiento socialista, del que posteriormente se distanciaría. Su evolución ideológica lo llevó a fundar en 1919 los Fasci Italiani di Combattimento, germen de lo que más tarde se convertiría en el Partido Nacional Fascista. Tras la Marcha sobre Roma en 1922, Mussolini asumió el cargo de Primer Ministro, iniciando un período de transformación política que redefinió el sistema institucional italiano bajo los principios del corporativismo estatal.
Durante su mandato, que se prolongó hasta 1943, Mussolini impulsó importantes obras públicas y reformas sociales, al tiempo que establecía un modelo de gobierno caracterizado por el fuerte liderazgo personal y la centralización del poder. Su política exterior, inicialmente centrada en afirmar el papel de Italia como potencia mediterránea, derivó en una alianza estratégica con la Alemania nazi que tendría consecuencias decisivas para el país. La participación italiana en la Segunda Guerra Mundial marcó el ocaso de su régimen, culminando con su destitución, breve rescate por fuerzas alemanas y finalmente su ejecución en 1945 por partisanos comunistas.
La obra El Fascismo, atribuida a Mussolini aunque con probable colaboración del filósofo Giovanni Gentile, constituye la exposición fundamental de los principios ideológicos que guiaron el régimen fascista italiano. El texto desarrolla una crítica sistemática tanto al liberalismo parlamentario como al socialismo marxista, proponiendo como alternativa una concepción orgánica del Estado donde los intereses individuales se subordinan a los de la nación.
El fascismo mussoliniano se presenta como una doctrina antiindividualista que concibe la sociedad como una unidad moral, política y económica, donde el Estado asume el papel de árbitro supremo mediante el sistema corporativo. El libro enfatiza especialmente el valor de la tradición nacional, el rol de la disciplina social y la importancia de la acción como principio rector de la vida política. Una de sus tesis centrales sostiene que la verdadera libertad solo puede existir dentro del marco del Estado fuerte, idea que contrasta radicalmente con los postulados del liberalismo clásico.
Desde una perspectiva histórica, el texto resulta valioso para comprender la mentalidad política de entreguerras, cuando muchas sociedades europeas buscaban alternativas al sistema liberal en crisis. La obra refleja el rechazo fascista a la lucha de clases - sustituida por la colaboración entre patronos y obreros bajo supervisión estatal - y su particular visión del imperialismo como manifestación de vitalidad nacional.
La lectura crítica de este manifiesto permite apreciar tanto la coherencia interna de su planteamiento doctrinal como las contradicciones prácticas que emergieron durante su aplicación. Más allá de valoraciones ideológicas, el texto permanece como documento esencial para analizar uno de los movimientos políticos que mayor impacto tuvieron en la configuración del siglo XX europeo. Su estudio comparado con otras ideologías contemporáneas ofrece claves fundamentales para entender las dinámicas políticas de la época.
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